Thursday, July 27, 2023

Singularidad del negro en Cuba

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La falsa distinción del negro cubano respecto a sus otros congéneres es importante, porque es una estrategia política; proveniente de la masacre de 1912, asociada al peligro latente de la república de Haití respecto al país, en Santiago de Cuba. No sólo los rumores vinculaban a los alzados del Partido Independiente de Color con la república haitiana, implicándola a esta; también los líderes del partido mantenían la referencia al segregacionismo norteamericano, percibiéndolo como sistemático y universal.

La cuestión negra en Cuba no era económica sino política, basada en el prejuicio ilustrado contra la barbarie; con la que se identifica al negro en general, en el mimetismo de la oligarquía nacional respecto a la norteamericana. Sin embargo, esa misma oligarquía se preciaba de su ascendiente en el integracionismo racial de la cultura ibérica; con franco desdén hacia el pragmatismo comercialista inglés como ascendiente de la norteamericana, con sus propias ínfulas ilustradas.

La figura es contradictoria, reflejando las pretensiones anexionistas de esa oligarquía, de mayoría no absoluta; diluyéndose en las clases medias y bajas, sin mayores intereses —por falta de acceso— al industrialismo norteamericano. La prueba de esto estaría en el establecimiento controversial de al menos tres capítulos del Ku Kuk Klan en Cuba; con al menos uno de ellos en la región central de las Villas, todos cerrados por su impopularidad, pero abiertos en primera instancia.

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Por su parte, el rechazo al negro como bárbaro es importante más allá del prejuicio cultural, por su valor estratégico; pues sería de este supuesto primitivismo que el ser humano extrae su referencia existencial —como determinación ontológica— de lo real. En este sentido, la crítica de la superstición pone el énfasis en sus propósitos, como manipulación de la naturaleza; pero más allá de este resulta en una relación, por la que esta le comunica estas referencias existenciales, como determinación.

El rechazo de estas prácticas va a suprimir esta determinación, en favor del convencionalismo ético de la sociedad; igual de pretencioso en su trascendentalismo histórico, pero consistente con su entorno político. Esto es grave, todavía en el siglo XXI y emergiendo del desastre antropológico de la revolución cubana; porque aún a estas alturas es la mayor referencia en las relaciones del negro cubano con sus otros congéneres, a los que rechaza.

Como todo fenómeno cultural, esto es ambiguo, reflejando el mismo terror de violencia nacional de 1912; manifiesto en ese temeroso desdén, con el que el negro cubano sigue subordinando el problema  racial al nacional. Esta misma separación de ambos problemas como distintos es absurda, contradiciendo la unidad intrínseca de lo real; que como naturaleza se realiza siempre local y no universalmente, en la inmediatez absoluta de todas sus determinaciones.

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Eso quiere decir que ninguna contradicción de la cultura cubana es posponible, condicionándola siempre; como significado de la reacción de Antonio Maceo al Pacto del Zanjón, por el contencioso de la liberación de los esclavos . En ese caso específicamente, no se habría tratado sólo de la sublimación heroica como moral, incluso si la reflejaba; sino de la condición misma en su poder disruptivo, aunque no se la perciba o se le posponga, en el marco de la epopeya nacional.

En este sentido, el negro cubano es zanjonista, aunque justificado en esa eficacia de Martínez Campo en la clase media; y su ruptura en la sublevación de los Independientes de Color habría sido una simple reacción, inconsecuente con su voluntad de subordinación. No debe sorprender que como manifestación sea contradictoria, como toda la cultura cubana en tanto realidad, en sus fenómenos; que en la fatalidad de su inmadurez —nacida de la Ilustración— no consigue comprender su naturaleza, en la puntualidad local con que se realiza.

Por eso el negro cubano no osa la confrontación que empuje esa realidad a la madurez, escabulléndose en el mestizaje; hasta que obligado por su propia esclerosis, no le quede más remedio que acudir a su misma masa crítica. Eso ocurriría necesariamente, consumado el desastre político como antropológico, en un proceso de reconstrucción; que volviendo a excluir al negro en su perenne precariedad, no le permita más que reorganizarse en sí mismo, con sus propios referentes.


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