Tuesday, October 31, 2023

The Kingdom of That World, Carpentier, and the Haitian Problem in Cuban Culture



Literature does not determine the cosmology —as a hermeneutic— of a culture, but projects it into its specialization; because its intermediate status, in the economic structure of society, provides it with the resources to do so. It doesn’t make this determination precisely because this specialization, in which it distances itself from the existential priorities of culture; which, stablished by the primary needs of the people, are not politically specialized, but basic and proper to their popular base.

This determination is the made by the religious practices, because it is this what organizes this relationship with the reality; and just to the extent that it specializes politically, as an intellectual class, it would also lose this capacity. That popular base is ultimately what creates capital, as the set of resources with which that culture develops; and this is why, as it specialized as a political state, it loses this immediate relation to reality; and with it, its ability to reflect it above his political projections, as his own existential necessity.

That is why literature can explain, as anthropology, the understanding of special phenomena by culture; and in the case of Cuba, both the complexity of its racism and —for example— its perception of the Haitian problem. In this sense, racial prejudice is given by the omnipresence of the Negro as a passive object of the interest of the white; who acting as an active subject will have the perception of it, on his enlightened and modern parameters of rationality.

That is logical, if American societies in general are modern, and achieve maturity at the height of the Enlightenment; making the critical artificiality of rationalism and its romantic contradiction its very nature, as the culture. This allows the perverse comprehension of the Haitian question in Cuba, even as an anthropological value; as shown by Alejo Carpentier with his crude reductions —also for example— in The Kingdom of This World.

Obviously, as art, Carpentier only reflects the perception of the problem by Cuban culture, it does not determine it; but with a distancing that is not found in The Age of Enlightenment, but relatively in The Resource of Method; as in The Lost Steps, with its reduction of the indigenous to a savage goodness, from his hyper-rationality. The good savage is a recurring theme in modern aesthetics and obeys an intuition about transcendentalism; but only as a dialectical —not trialectic— contradiction of rationalist insufficiency, since Romanticism.

This does not allow an effective understanding of reality, no matter that transcendentalism, which is so Kantian; because it is actually an immanentist reduction, based on the conceptual nature of thought as an absolute value. Carpentier also has that romantic intuition, rescued by the Surrealist revolution —from Romanticism— as a new convention on art; which, by emphasizing its reflexive capacity, always ends up subordinating it to a discursive function, because of that conventionality.

That is why, more than conventional as enlightened, Carpentier is contradictory, as well as Cuban; and that is why he explores in this same sense the transcendent exceptionality of marginality, as an incomprehensible (savage) power. Hence the certainly recurring figure of the old black man in Journey to the Seed, which explains the existential dilemma of The Lost Steps; but Carpentier – like Sartre – is a communist, and yields to the conventionalism of his enlightenment, disbelieving in the magical in The Kingdom of This World.

Remember how Carpentier ignores the complex process of Haiti, reducing it to the reign of Henry Christophe; treating him as buffoonery, after excluding the apotheosis of Loverture, the black Napoleon that Napoleon feared; and moving from MacKandal's failure as a leader, to the superficiality of the wife of the general delegated by France. The Kingdom of This World is a literary fiction, but it projects a special understanding of the conflict by the Cuban elite; which is important, because it refers to the perception of it by the Cuban culture in this intellectual elite that represents it.


Sunday, October 8, 2023

El reino de este mundo: Crítica desde la nueva antropología del Caribe

Esta tiene la virtud de ser la mejor novela sobre la revolución haitiana, pero también de ser perversa en su distorsión; ya que, gracias a su literatura excelente consigue una reflexión de lo real, pero distorsionado. Esto se debería a esa capacidad reflexiva del arte, de fijar hermenéuticamente la determinación existencial de la realidad; que aquí perpetúa el bucle dialéctico de lo histórico, en el dilema existencial de su protagonista, con su falsa dicotomía.

Hay que enfatizar el afrancesamiento intelectualista del autor, que funda su estilo en el realismo crítico como maravilloso; no en la eficacia trascendental de lo mágico, y que es lo que lo distingue de la literatura Latinoamericana. Esto es importante, porque imprime en su literatura la función discursiva del simbolismo antes que una capacidad reflexiva; con su consiguiente sobre distorsión de lo real, no ya con la parcialidad de su interpretación, sino también con su pretensión política.

De ahí que resulte una racionalización de la realidad, antes que en un intento de comprensión efectiva de eso real; como si siguiera la máxima de la oncena tesis contra Feuerbach, que no era una tesis sino una mera interjección. Esto es lo que deviene el escepticismo positivo de Ti ’Noel, por el que renuncia a lo mágico como fuente de su ontología; que es de hecho lo que resuelve la práctica religiosa en su función super estructural, fijando el espectro hermenéutico de la cultura.

Esa distorsión es propia de la Modernidad, y Carpentier es apenas la moderación de su decadencia postmoderna; todavía la suya es la generación de los primeros epígonos, cuya vanidad se sacia en puestos diplomáticos y cátedras universitarias. No saben que, deviniendo en canon, son así ya convencionales, en función de vigilancia conservadora, no reflexiva; por eso su excelencia literaria es mayormente discursiva, incluso cuando —como literatura— retiene algo de la capacidad reflexiva original.

Tampoco un escritor es una pieza inamovible, por más canónico que sea, y Carpentier está entre los mejores; y la diferencia que media de El siglo de las luces a La consagración de la primavera, es la misma entre Viaje a la semilla y El reino de este mundo. La perversión viene en su reducción maligna del proceso haitiano al imperio de burlas de Henry Christophe; ignorando su base trágica en la epopeya de Loverture, que la explicaría en su propio sentido y objetividad.

Esta perversión es comprensible, si obedece a la de Carpentier, como decadencia del ilustracionismo moderno; que en su afrancesamiento duplica su perversión, al perpetuar ese canon del escritor en que decae Occidente. Tan es así que —por ejemplo— el protagonismo de Ti ‘Noel es oscurecido por la banalidad de las aventuras de Paulina Bonaparte; y hasta la función operativa de MacKandal se reduce a esa fanfarria de lo maravilloso, sin detenerse en la humanidad que lo sostiene.

Es por esto que la revolución haitiana pervive en el imaginario como una cuestión racial, incomprensible en la brutalidad; pero explicable en la sublimación moral y seudo religiosa del falso humanismo ilustrado, con sus utopías. En vez de eso, esta es sólo la contradicción del colonialismo moderno, separando a negros y blancos en bandos contrarios; pero sólo por la perversión imperial del republicanismo, que termina traicionándose a sí mismo como imperialista.

Esta otra comprensión permitiría —o hasta exigiría— plantearse la naturaleza real del capitalismo moderno; como sólo una abstracción conceptual, que —como el socialismo— distorsiona la funcionalidad de la economía industrial. Carpentier sirve así al propósito comunista que lo alimentaba, encausando la cuestión racial como de clase; a lo que se redujo en su oficialismo, desde aquel fresco asombro de Los pasos perdidos y la sublimación de Sofía.

Saturday, October 7, 2023

El complejo proceso de la revolución haitiana I

Ejemplo del complejo proceso revolucionario de Haití, es sin dudas la ejecución del general Moïse por Loverture; tratándose no ya de su sobrino adoptivo, lo que es banal a estas alturas, sino de uno de sus más prestigiosos oficiales. Moïse encabezó una rebelión general, demostrando que Loverture ya no era una figura popular, distanciado en el poder; tratándose de un dictador —bien que benévolo y relativamente ilustrado— preocupado por la geopolítica de Napoleón, por sobre los conflictos internos del país.

Puede recordarse aquí el controvertido ascenso de Napoleón, como primer cónsul de la república y no emperador; cuyo autoritarismo nadie esperaba entonces que deviniera imperial, en Santo Domingo lo que se resolvía era el imperialismo francés. Lo lógico entonces —no importa si inesperado— era que se postulara como emperador en algún momento, dado ese autoritarismo; siendo este el tipo de incongruencia lo que mantiene en alerta las alarmas de Loverture, dadas las posibilidades de que se traicionara la república, y con ella sus principios.

Pero esta contradicción confunde también al generalato haitiano, que no está al tanto de la geopolítica europea; y al que Napoleón confunde más aún, con un acercamiento ambiguo y doble estrategias, que incluían a los hijos de Loverture. Como ejemplo de esto, Napoleón mantenía a los hijos de Toussaint en Francia, con la excusa de su educación; pero como rehenes en realidad, a los que devuelve a su padre como parte de su estrategia, en un juego de chantaje político[1].

El alzamiento del general Moïse es tan sorprendente, que se le suele achacar a las tensiones raciales en Haití; lo que es relativamente cierto, dada la capacidad de negociación de Loverture, que protegía a los bancos; causando comprensibles y crecientes recelos entre los negros, por el temor de un regreso al régimen esclavista. Pero el general Moïse era veterano en esta política de Toussaint y podía comprenderla, aún con disgusto; razón por la que no llegaba al mimetismo social de Christophe y Desalines, en una suerte de equilibrio y moderación política.

Esa ejecución parece entonces un intento, como el del mismo Loverture, por regular la sublevación popular; que esta vez sería contra el propio Toussaint, contenida por la dirección de Moïse, como la de la colonia por Loverture. Como diferencia, la estrategia de Moïses no lidiaba con la política internacional de Napoleón, sino con la local de Toussaint; y como a este respecto a aquel, sólo le preocuparía el estado de cosas dentro del país, no internacionalmente.

La ejecución del general Moïse será entonces el preámbulo de la de Louverture, e inevitable como aquella[2]; en ese sentido trágico de la determinación tricotómica de lo real, por el abismo que profundiza a lo histórico como dialéctico. La muerte de Moïse aísla más aún a Loverture, cuyo ascendiente militar pierde la humanidad del lazo trascendente entre ellos; quedando sólo la trinidad perfecta pero rígida, de Loverture, Christophe y Desalines en el destino de Haití.

Lo que ocurre aquí explica el problema del reduccionismo dialéctico, relacionando problemas por su apariencia; como la cláusula en la Constitución sobre la esclavitud, y el confinamiento en las plantaciones, ambos por Toussaint. La primera estipulaba la liberación de los esclavos desembarcados, pues su propósito era la provisión de mano de obra y no su explotación[3]; la segunda no era constitucional sino un edicto militar, como resultado directo de la insurrección de Moïse; y no estaba relacionada con la primera, sino que era un esfuerzo de control poblacional, con el fin de evitar otra insurrección como aquella[4].

De este modo, se concluye que el proceso revolucionario de Haití no fue uno sólo que se desarrollara linealmente; sino que fueron una serie de sucesos, intrínsecamente relacionados entre sí pero funcionalmente distintos; y en cuya divergencia funcionaba a su vez como otro desarrollo final, que sólo cobra sentido con la independencia. Esto significa entonces que la independencia haitiana no fue nunca un objetivo, sino el resultado de una fatalidad trágica; determinada a demás por las contradicciones francesas —no haitianas—, comenzando por las manipulaciones de Napoleón.



[2] . Curiosamente, el día de la ejecución del general Moïse fue el mismo en que partió de Francia la expedición de Leclerc contra Loverture. Cf: IBID, p 285.

[3] . CF: IBID, p 265

Monday, October 2, 2023

The necessary war as the founding myth of history in Cuba

Ilustración de Michel Blazquez
In the heart of Cuba's historical tapestry, there lies a mythic thread, delicately woven and laden with intrigue—an assertion that the war for independence was an imperative, an inescapable crucible that shaped the nation's destiny. Yet, beneath this narrative, there exists a subtle choreography, a manipulation of history's dance, orchestrating Cuba's genesis as a revolutionary entity.

This hermeneutic manipulation, veiled in the guise of necessity, proves to be a formidable labyrinth, resisting the correction of distortions it engenders. It resides within the foundational myth, serving as both architect and arbiter of reality's formal determinations, enshrouding them within the mantle of culture.

Firstly, it is imperative to acknowledge that the independence process in Cuba may not have been necessary at all. Instead, it emerged from the frustration of annexationist ambitions harbored by the landowning bourgeoisie. Their vision of incorporating their domain into the commercial sphere was thwarted following the American Civil War, wherein their aspirations shifted from the fledgling American republic to the Confederate states. The latter, with their imperial designs, promised an economic prosperity previously denied to this landowning class due to Spain's monopolistic trade policies.

It should be noted that, prior to the British occupation in the West, Cuba's economy was primarily service-oriented, reliant on the military budget (known as "situado") from Mexico, which served as the colonial headquarters for the Indies. The Spanish presence in the region was further complicated by the ongoing process of independence on the South American continent. These movements, stemming from the Napoleonic era, added pressure to the already militarized nature of the colony.

The contradiction was, therefore, largely circumstantial, driven by Spain's logistical inability to yield to the autonomist pressures. The colony was gradually transforming into a militaristic society, entailing political rigidity. However, popular will was not inherently inclined towards independence; it was a population largely accommodated within the framework of their situado-dependent economy, especially in the wake of Western development following the British occupation. This development injected capitalist elements into the region's economy.

This is why independence struggled to find a foothold and resorted to scorched-earth strategies in the invasion of the West. Even this, however, failed to decisively defeat the Spanish army, which still had significant popular support. Hence, the recurring necessity for American intervention, a course of action laden with complications for the country's status—not as a contradiction but as an imposition of the desire for independence upon a largely indifferent population.

It is this anthropologically fragile concept of independence in Cuba, both historically and as a contemporary construct, that compels the myth of historical necessity. This myth bolsters itself as an ideology, filling the void left by practicality. The absence of this quasi-religious hermeneutic lens would result in political instability within the republic, a condition that persisted until its reorganization under Fidel Castro's Fidelismo and his "Cien Años de Lucha" (One Hundred Years of Struggle). Castro artfully appropriated the established myth of José Martí, effectively galvanizing it as the cornerstone of his generation's ideology.

This is what imbued the 1895 war with necessity, akin to the resurrection of Jesus in Christianity. It upheld the revolution's cosmology, analogous to the transcendental nature of the Christian solution. This shift represented Martí's pivotal change, unifying the independence conflict into an ideology that had been previously foreign to the landowning Creole annexationists. It now served as the foundation for the country's political vision.

However, as an ideology, this paradigm lacks practical significance, rendering its solutions as formal —similar to the Christian faith— carrying its pseudo-religious nature in its ideological core. More critically, this manipulation wasn't orchestrated by a pragmatic dictator but an idealist, who subordinated the country's economic structure to this transcendental function, ultimately leading to its destruction.

This is the crux that necessitates correction, a task that proves arduous due to the absence of hermeneutic resources. All projections become subservient to the initial distortion of the independence, cloaked in its transcendental aura. This elucidates the recurrent failure of political opposition in Cuba, which fails to develop a pragmatic approach, always returning to the transcendental nature of the foundational myth, embodied in Martí's legacy.

Therefore, it is the concept of independence itself that assumes this transcendent role, derived from the Martí-inspired Cuban identity. To effect change, it is imperative to address this, recognizing it as an event in history, potentially flawed and undoubtedly unnecessary. This wouldn't restore the original state but would allow for a redetermination of the current one, grounded in pragmatism —a formidable challenge given the aforementioned dearth of hermeneutic resources and the supposed original necessity.