Tuesday, October 25, 2022

Nuevo tema del traidor y el héroe, o el atroz redentor W.E.B. Du Bois

Sólo una trama torcida en sutilezas puede explicar esta personalidad increíble, del atroz redentor W.E.B. Du Bois; el hombre más tractivo y complejo, del ya atractivo y complejo universo del negro norteamericano. Du Bois es el líder por antonomasia de ese mundo, que se ahonda y extiende sus raíces por todas partes; creó el sentido de élite negra, que hoy ciertamente nos corrompe, pero que en ello retiene su sentido.

La mente brillante de Du Bois le hace funcionar para el negro como a Hegel para Occidente, nada menos; pero también nada más costoso, por el precio de esa redención, que le hace recorrer dichoso toda atrocidad. Du Bois es el líder negro que confrontó a todo otro líder negro, y a ningún blanco que pretendió ese liderazgo; sus víctimas no fueron sólo el estoico Booker T. Washington y el sagaz Isaiah Thornton Montgomery; sino incluso el venerable Frederick Douglas, con su frente de mármol negro, y con el que nadie se atrevería.

No sólo se atrevió Du Bois, sino que incluso fue contra el inefable William Monroe Trotter de brillosa frente; en un acto que significaba diluir el Movimiento del Niágara —nada menos otra vez—, para caer en los brazos de la Señorita Ovington. Es aquí donde el rostro de Du  Bois se deshace en las nebulosas de su propia vida, y ya nadie puede comprender nada; muchos años después escribiría Aguas turbias, un libro singular, en el que trataba de justificar su turbia extrañeza.

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Dentro de esa turbiedad, su temprano horror  por el trabajo menial, y los terribles complejos de ese horror; pero primero la paradoja, de ese horror socialista por el trabajo menial, del que trata de redimir a los hombres. Esta paradoja es increíble, como esa vida increíble del atroz redentor W.E.B. Du Bois, que lo reconoce con naturalidad; pero en esta misma incredulidad reside la otra torcedura de esta vida atroz, como una señal dejada a propósito.

No hay que ignorar la circunstancia histórica, a mediados del siglo XIX, el trabajo menial era un horror en todas partes; peor aún, estaba asociado a la raza, y por ende era como una fatalidad, a la que nadie podía sobreponerse. Pero esa fatalidad de casta hindú permitía la redención humanista que buscaba Du Bois, y que encontró en su negación; porque si atroz fue la madeja de contradicciones en que se desarrolló este redentor, también de luminosa fue su redención.

Cabe preguntarse si este reconocimiento, que roza el cinismo, no es la pista que desentraña el misterio de su ineticidad; es cierto que está planteado como un argumento retórico, para justificar el esfuerzo de su especialización populista. Por eso mismo, sin embargo, se abre en una ambigüedad imposible para un hombre de tanto fuero intelectual; como otros pasajes de Aguas turbias, en que describe su trauma en la futilidad de un romance frustrado con una niña blanca.

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No por gusto, Du Bois es la personalidad más atractiva del ya atractivo y complejo universo del negro norteamericano; hasta ese punto del hiper apostolado, que lo reconoce como un Hegel de ébano claro, recitando estética. Lo consiguió precisamente a través de estas contradicciones, no siempre sucesivas, a veces superpuestas; que como una escalera lo asentaron en el elitismo más estricto, hasta  postular el elitismo como destino de salvación.

Por supuesto que es a la inversa, pero con los instrumentos que sólo ese elitismo puede obtener en su especialización; penetrando en la excelencia misma que corroe a Occidente, para hacerle participar de esa misma corrosión. Sólo así pudo Du Bois tomar entre sus manos el diamante que tanta fatalidad había traído, la defectuosa ontología hegeliana; y tallándola con sus manos de avaricioso soberano inglés, colocarlo en su propia corona, para iluminar al mundo.

Nadie debe equivocarse nunca, ni con Du Bois ni con nada, porque ese es el misterio del sacrificio de la vida; no una existencia impoluta de santón del desierto, con la vaciedad de sus oraciones pretenciosas, sino la muerte. Ese es el mérito de Du Bois, la corrupción innoble por la que pudo acceder a la comprensión del destino humano; y redimirlo así con la atrocidad de su vida, que —de tan terrible— sólo los hipócritas alaban sin espantarse.

Gracias a eso, el universo negro norteamericano puede terminar el esfuerzo de Peirce, ese otro inefable, blanco; y no sólo teorizar el pragmatismo, como un Juan Bautista en el desierto, sino revelarlo en su vida de redentor atroz. Puede que a eso se deba al viraje abrupto con que Du Bois termina sus días en la NAACP, después de legitimarla; no horrorizado de su función fundamental de Judas, sino descansado ya en el esplendor de la salvación.


Monday, October 17, 2022

Canaán a los ojos de Moisés, o la extraña posición del negro en Cuba

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Respecto a las contradicciones raciales, puede parecer claro que la posición del negro cubano es nacionalista; pero puesto en contexto, se vería que es algo demasiado complejo y dúctil para ser descrito por una posición específica. Primero, porque es un fenómeno de naturaleza reactiva, y en ello dependiente del estímulo al que responde; siendo en esta puntualidad que reside su carácter dúctil y su adaptabilidad, como recurso de supervivencia política.

Este carácter estaría determinado por el abrupto fin del Partido Independiente de Color, con la matanza de 1912; marcando el límite, de hasta dónde el integracionismo racial cubano toleraría un protagonismo político del negro. No hay que olvidar que hasta el siglo XIX, Occidente se dirige desde su apoteosis (ss. XVII-XVIII) a su decadencia (s. XX); emergiendo de una estructura medieval —basada en la servidumbre— al capitalismo moderno, por el intercambio de intereses.

En ese sentido, España era la fuerza retrógrada, empujada al capitalismo por la derivación propia de sus sociedades coloniales; frente a las que Estados Unidos ofrecía un panorama complejo, con sus propias contradicciones entre los modelos capitalista y feudal[1] En este contexto, los blancos del norte estaban listos para capitalizar el problema de la esclavitud, y lo resuelven; pero contrario a los yankis —o a los sureños del norte—, los colonos españoles no competían con otros modos de producción.

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En Estados Unidos, un conflicto como este (Vesey[2]) sería disuelto por la ambición procapitalista de la Unión; pero en el bucólico feudalismo cubano, ese evento mantuvo su valor referencial sobre la violencia del independentismo. Paradoja sobre paradoja, al precedente de Aponte se superpone el del del Partido Independiente de Color; como una gesta inaugural, pero cuyo valor es negativo, al mostrar la falencia política del liberalismo cubano.

Es por eso que cuando el Garveyismo aflora como una tendencia concreta, con la visita de Garvey, es conflictivo; porque el garveyismo es así como una serpiente de dos cabezas, que se amenaza a sí misma, y nunca puede ganar. Por un lado, aflora en el pragmatismo de las sociedades de color, con el presidente del club Atenea a la cabeza; pero este conoce la ambigüedad del liberalismo cubano, con el que no lidia el garveyismo, ocupado con el norteamericano.

Todavía es interesante la distinción entre tres vertientes negristas, proyectándose en la incertidumbre cubana; el elitismo intelectual del Renacimiento de Harlem, el pragmatismo de Tuskegee, el sindicalismo de Garvey. Este sin embargo, responde a la misma cultura de base del pragmatismo de Tuskegee, en el feudalismo del estado de Carolina; en cuya determinación de toda la negritud norteamericana, identifica al Garveyismo como otra floración del fenómeno de Tuskegee.

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Es por eso que se trata del encuentro de Garvey y Céspedes en la Habana como de una serpiente de dos cabezas; que no puede sobreponerse a su propia contradicción, y menos aún en ese contexto, negativo en su ambigüedad. Antes habría sido —y es aún— necesario revelar y ahondar en esta naturaleza caribeña de la negritud norteamericana; conectando los dos fenómenos claves que la explican, en el procapitalismo de Tuskegee y el Garveyismo.

Es a esta excepcionalidad que responde la extraña posición del negro en Cuba, empujado a resolver su propia realización plena; en una identidad que otorga un nuevo alcance al pan africanismo original, por sobre las manipulaciones del intelectualismo elitista. Céspedes, Junto a Juan René Betancourt, funciona aquí entonces negativamente, como Sócrates desmontando la tradición sofista; haciendo lugar, en la contracción, a la nueva contradicción en que se desarrollará el Nuevo Pensamiento Negro.



[1] . Se refiere a la contradicción estructural presentada por la fundación de Carolina, como un señorío real, frente al carácter empresarial de las otras colonias; en una tensión en la que ya la fundación misma de Estados Unidos reproduce la misma tensión entre modos de producción contrarios. Esta contradicción sería lo que se resuelva en Estados Unidos con la Guerra Civil, como confrontación definitiva entre los modos de producción; que se hace posible al dirimirse en una misma jurisdicción, como la de la federación de los estados unidos.

[2] . Denmark Vesey (1767-1822), acusando de planificar una rebelión en South Carolina, dando lugar a la aplicación del Código negro, un conjunto de leyes anti negras.

Wednesday, October 12, 2022

Film Festival Celebrating Professor Cordones-Cook

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In this October, the University of Missouri celebrates the work of Juana María Cordones on black Cuban women; highlighting her own emphasis on their artistic personalities, with names such as Georgina Herrera, among others. The event is a film festival, with the name of Cuban Women of the African Diaspora: Inspirations for Change; and consists of the series of documentary interviews with which Ms. Cordones delves into the lives of these women.

Unfortunately, what could be a deep look at the African diaspora in Cuba, decays in its manipulation; as a vision skewed by the commonplace —already mediocre— of black poverty and its symbolic existential wealth. In this sense, and as a principle, the whole approach fails because it does not know the hermeneutic value of this presence; reducing it to the usual discourse on poverty and social injustice, with which the negro has been manipulated for so long.

It should not be gratuitous that Mrs Cordones herself is of white race, and of Argentine origin by more signs; it does not matter the ethnic ambiguity of our societies, because we know that this is about behaviors and resources. That is where this opportunity for a genuine approach is lost in mediocre and self-interested manipulation; with emphasis on the false frontality of the complaints about the poor results of the Cuban government in racial matters.

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First, that was never a real interest of that government, starting with the elimination of the black societies; when these societies were highlighted by a work on the sufficiency of the negro, not his dependence.  It is in this context that the mere existence of outstanding blacks is compromised and hijacked by principle; conditioning all development to the ability to overcome the difficulties thrown at them by the same people as always.

These same old ones, whites and academics in general, willing to exploit the precariousness of these blacks; in a fragrant case of updating of the slave trade, this time in the quagmires of postmodern intellectualism.  This is most scandalous in the evidence, when it involves the open manipulation of Georgina Herrera's death; when the same blacks who call themselves Maroons —to sell themselves better—, questioned the authority of her son while being ecstatic with her motherhood.

The complicity of Juana María Cordones with the duplicity of Roberto Zurbano in this, makes it clear that all this is manipulation; and even led to the confrontation of interests, which are rudely exhibited with the self-praise of this festival. It is not something new, nor against what something has to be done, other than to observe carefully as what it is; a process of open decadence, in which the elites rush with their elitism to their own perdition, by the arrogance that obnubilates them.

Saturday, October 8, 2022

El miedo al negro en Cuba

El miedo al negro es un tema viejo en la tradición política cubana, que sin embargo persiste en su rara actualidad; no tal vez en el terror a la virulencia de la revolución haitiana que lo inspirara al principio, pero todavía efectivo. Hoy día supura en las negaciones de la necesidad de un caucos negro, que pueda condicionar las políticas nacionales; reproduciendo las reticencias de la Enmienda Morúa, pero mil años después, cuando la experiencia ha demostrado esa necesidad.

La propuesta del Partido Independiente de Color (PIC) era quizás excesiva en su momento, pero trataba de corregir una realidad; y ese exceso puede haber sido la simple incapacidad para negociar su existencia, en un momento  políticamente cargado. No obstante, el Partido Independiente de Color surgiría justo por la incapacidad nacional de negociar una integración racial efectiva; y por eso se habría tratado de una colisión inevitable, como las contradicciones naturales a todo desarrollo dialéctico.

En ese sentido, el sacrificio de Estenoz y los otros líderes del PIC adquiere tonos crísticos antes que críticos; y se vuelve positivo, al sentar un precedente político que puede madurar en un momento más productivo. Ese podría ser este momento, en que el país ha agotado todas las variantes del mito de la unidad nacional; más escandalosamente inconsistente cuanto más se hurga en la historia de Cuba, y se descubren sus incongruencias y ambigüedades.

Primero, por ejemplo, por la falsa vocación independentista del país, que requirió una táctica de tierra arrasada; a cargo de Máximo Gómez como su estratega más importante, pero por las dimensiones pírricas de sus victorias. No se olvide la costosa victoria de las Guásimas, que consumió los recursos de toda la guerra, ni la muerte del presidente de la República en Armas; tampoco su autoritaria preferencia por el autoritarismo de Maceo, ni —respecto a este— la nebulosa desaparición de Flor Crombet; y añádase al coctel el rosario de tendencias que confluyera en Guáimaro, explicando en ella misma el desastre que le seguiría.

De ahí a la debilidad de Estrada Palma, cuya única virtud habría sido la honestidad presupuestaria, todo se explica; y Cuba no habría tenido nunca ni idea ni intención de unidad, como no sea respecto a su estructura racial. En este sentido aún, la sociedad cubana —como toda otra sociedad— es racista, porque la raza es un objeto discriminable; y toda sociedad se estructura en la discriminación, asignando recursos según la función específica de sus diversos estratos.

Hay diferencias entre el racismo norteamericano y el hispano, pero son funcionales y de grados, no de consistencia; pero en ambos casos se trata de una característica política, que produce la misma disfunción de la estructura en general. Ciertamente, el problema racial cubano es parte —tan importante como las otras— de las contradicciones del país; su posposición entonces sólo repercute en la de la solución a las mismas, como condicionante que las afecta en todo sentido.

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Es entonces un signo de madurez política la existencia de un grupo de interés racial, como de todo otro interés; que establecido en la especialidad de sus necesidades concretas, negocie y condicione en ello el desarrollo posible. Esa es al menos la esencia de la democracia moderna, incluso como ideal inalcanzable, frente al autoritarismo feudal; que siendo el modelo prexistente en Cuba, debía llamar la atención sobre esta necesidad como extrema y hasta especial.

El argumento de la inexistente unidad nacional, sólo resaltaría la poca seriedad de la oposición a esta necesidad; y por consiguiente, agrava una confrontación que se profundiza en la misma medida en que se le niega, como todo trauma. El país ha tenido espacio y tiempo suficiente como para que sus incapacidades salgan a la luz, y ya es hora de que las asuma; y el miedo al negro es sólo un fantasma que impide el desarrollo armónico, en la tozuda inmadurez de nuestra cultura política.


Acerca de Yesenia Selier y el problema racial en Cuba

Yesenia Selier
El Centro Cultural Cubano de NuevaYork tuvo recientemente un panel de discusión sobre el problema racial, en el que Yesenia Selier presentó una ponencia no muy organizada, con la que exponía extractos de su propia tesis de estudio. Entre sus afirmaciones, una resaltó los excesos y reducciones comunes, acerca del desarrollo de Cuba antes de la revolución haitiana; que así es el paradigma no sólo de la cuestión política en la región, sino también su catalizador económico.

Sólo que como excesiva al fin y al cabo, dicha afirmación no es exacta y se presta a la mala representación; porque antes de la revolución haitiana Cuba sí tenía una economía próspera, que de hecho explica su derivación al contrabando. Primero, es un error achacar el contrabando a la pobreza, porque para insertarse en este es necesario tener algo que ofrecer en intercambio; y Cuba poseía exactamente el bien más buscado —por su funcionalidad— en las actividades de contrabando, que es el dinero.

Ciertamente, Cuba no tenía una economía de producción como la haitiana, pero sí una —muy desarrollada— de servicios; sostenida por el enorme presupuesto del situado de México, como cuartel general del imperio español en las Américas. Eso es lo que explica el fenómeno excepcional incluso, de lo que probablemente fuera el primer conflicto del capitalismo en España; cuando la sublevación de los vegueros (1717) respondió a la traumática transición de la economía feudal al transaccionismo capitalista.

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Este conflicto es típico de la contradicción interna en la clase media alta, en su proceso de crecimiento exponencial; que se daría sobre la base de la explotación económica de las inferiores, con sus distorsiones inevitables; en tanto se trata de un proceso real (industrialización), y no abstracto como su crítica moral. Curiosamente, esto ocurre antes que la toma de la Habana por los ingleses estimule el desarrollo capitalista en Cuba (1762); y refleja el mismo tipo de tensión entre las economías del norte y el sur en los Estados Unidos, resueltos con su Guerra Civil (1861); aclarando que el conflicto haitiano no era ni excepcional ni en ello catalizador, como simplemente otra contradicción en un proceso más amplio por su globalidad.

Esto incluso explicaría la discordancia de Louverture reteniendo la institución esclavista, mejor que la inconsistencia moral; volviendo el foco al tipo de relaciones que se gestaban en Cuba y los Estados Unidos, aún si sobre esa base anterior de la falencia haitiana; que no es gratuita, sino debida justo a su carácter eruptivo e inicial, y por ende funcionalmente negativo. Esto se refiere a una función dialéctica, en la que se posibilitan los desarrollos, justo con la contracción que sintetiza los anteriores; y en ese sentido, se habría tratado entonces de la simple manifestación en el nuevo mundo —como extensión de Occidente— del desarrollo político europeo; en el avance del industrialismo anglo francés, con los problemas estructurales de este último en su base humanista, frente al pragmatismo del otro.

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En Norteamérica esto sería el contraste de sus colonias, entre el carácter empresarial de la mayoría y el todavía feudal de Carolina; cuya ascendencia está precisamente en el colonialismo feudal de las Antillas, introduciendo esa contradicción en el continente. En ese panorama, Cuba retiene incluso la función excepcional que normalmente se atribuye a Haití, aunque el conflicto se determina económica y no etnológicamente; pero explicando en esta salvedad la función moral de esa primacía haitiana, como justificación mítica —desde el heroísmo clásico— de la proyección neo feudal (corporativista) del Humanismo moderno.

Nada de eso está oculto, pero es accesible sólo a una perspectiva pragmática, no a la manipulación ideológica; con la que los catedráticos, como escolarcas medievales, se agotan con la población angélica que cabe en un alfiler. Eso no restaría consistencia la revolución haitiana, cuya función política vendría a ser como la —igualmente equívoca— de Sócrates en Filosofía; no fundacional sino conclusiva, en esa contracción que permite el desarrollo posterior, semilla que se pudre entonces antes que floración gloriosa.

Más importante es sin embargo la imposibilidad de discutir esto, por ese elitismo de monjes que son los académicos; porque la ponente —por la razón que fuera— no se dignó a presentarse a la discusión, luego de exposición tan corregible. Queda no obstante la confirmación de la realidad ignorando las pretensiones elitistas, perdidas en el distanciamiento; no importa si este se basa en la supremacía moral del resentimiento, que es siempre legítimo pero igualmente improductivo.