La propuesta del Partido Independiente de Color
(PIC) era quizás excesiva en su momento, pero trataba de corregir una realidad;
y ese exceso puede haber sido la simple incapacidad para negociar su
existencia, en un momento políticamente
cargado. No obstante, el Partido Independiente de Color surgiría justo por la
incapacidad nacional de negociar una integración racial efectiva; y por eso se
habría tratado de una colisión inevitable, como las contradicciones naturales a
todo desarrollo dialéctico.
Primero, por ejemplo, por la falsa vocación independentista
del país, que requirió una táctica de tierra arrasada; a cargo de Máximo Gómez
como su estratega más importante, pero por las dimensiones pírricas de sus
victorias. No se olvide la costosa victoria de las Guásimas, que consumió los
recursos de toda la guerra, ni la muerte del presidente de la República en
Armas; tampoco su autoritaria preferencia por el autoritarismo de Maceo, ni —respecto
a este— la nebulosa desaparición de Flor Crombet; y añádase al coctel el
rosario de tendencias que confluyera en Guáimaro, explicando en ella misma el
desastre que le seguiría.
Hay diferencias entre el racismo norteamericano
y el hispano, pero son funcionales y de grados, no de consistencia; pero en
ambos casos se trata de una característica política, que produce la misma disfunción
de la estructura en general. Ciertamente, el problema racial cubano es parte —tan
importante como las otras— de las contradicciones del país; su posposición
entonces sólo repercute en la de la solución a las mismas, como condicionante
que las afecta en todo sentido.
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El argumento de la inexistente unidad nacional,
sólo resaltaría la poca seriedad de la oposición a esta necesidad; y por
consiguiente, agrava una confrontación que se profundiza en la misma medida en que
se le niega, como todo trauma. El país ha tenido espacio y tiempo suficiente
como para que sus incapacidades salgan a la luz, y ya es hora de que las asuma;
y el miedo al negro es sólo un fantasma que impide el desarrollo armónico, en
la tozuda inmadurez de nuestra cultura política.
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