Monday, August 28, 2023

Acerca de la Sociedad Aponte, de la UNEAC

José Antonio Aponte
Curiosamente, la sociedad que agrupa a los negros en la cultura oficial cubana se llama Aponte, no Estenoz o Yvonet; y es interesante, justo por la ambigüedad histórica que rodea a esa conspiración como signo de rebeldía. Nadie duda del simbolismo de esta rebelión, pero no se ha probado efectivamente que ocurriera; como sí se han probado las consecuencias políticas de su denuncia, en la justificación de medidas especialmente racistas.

Hasta la llegada del capitán general O’Donnell, la sociedad cubana se movía a una integración racial efectiva; con la prosperidad de negros y mulatos, en una burguesía menor pero eficiente, con sus repercusiones culturales; que sí alarmaban a las élites locales, con sus pretensiones de pureza de sangre, como una aristocracia emergente. La acción de O’Donnell no sólo detuvo sino que de hecho revirtió este proceso, con una demarcación racial de la burguesía; que así preveía la eventual formación de capital suficiente entre los negros, que les permitiera emerger por su propia cuenta.

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Además de eso, la acción de O’Donnell tuvo otras implicaciones, en beneficio directo de la corporación militar; que no sólo ejerció un mayor control sobre la sociedad en general, sino que de hecho justificó el gasto militar. Este patrón se repetiría años más tarde en Estados Unidos, con la rebelión de Denmark Vessey en Carolina del Sur; uno de los estados cuyos conflictos dentro de la nación norteamericana eran especialmente atractivos para la oligarquía cubana; en sus propios afanes de acceder a su mercado en pleno crecimiento, aparte de sus otros atractivos también financieros.

Como en ese caso, el patrocinio del problema racial por el liberalismo desconoce esta ambigüedad histórica; y pasando por alto los casos históricamente probados de rebeldía de los negros, prefiere este valor simbólico por sobre el histórico. Eso es comprensible, los actos de rebeldía racial tienden a privilegiar formas sociales conservadoras, dada su precariedad política; la mitología histórica permite en cambio el desarrollo de una cosmología política, sobre la concepción humanista de la modernidad, con su manejo a nivel ideológico.

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Legitimar esta sociedad en el liderazgo de los Independientes de Color, plantea problemas graves e inmediatos; como la reversión del asesinato de carácter de Morúa Delgado, desviando la atención de los problemas de dicha rebelión. Habría aún otras posibilidades, como las cimarronas lucumíes Fermina y Carlota, que plantean otras dificultades; pues siempre se trata de actos de rebeldía personal contra el poder corporativo, y no de una sublimación ética.

Eso explica la necesidad de basar esta agrupación en un símbolo —con valor conceptual—, no un hecho histórico; que en ello permita su uso en favor del estado, por medio de su manipulación ideológica, antes que su contradicción. Eso, después de la pérdida de una figura como Fidel Castro, que garantizaba el ascendiente sobre los negros norteamericanos; cuya militancia, exacerbada por su propia historia de segregación, es un instrumento político en las relaciones con Estados Unidos.

Más allá de esta manipulación, la Sociedad Aponte sí cumpliría sin embargo una función efectiva para los negros; tradicionalmente desprotegidos para los traumas políticos del país, como demostrara la propia revolución cubana. Esta función sería su misma agrupación, como organismo reflexivo que puede funcionar luego del desastre; cuando en la crisis que suceda, los negros necesiten una organización capaz de ejercer esa función, imposible de otro modo.

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Habrá que recordar que, en su propia emergencia crítica, el exilio político no contempla una solución a este problema; al que de hecho ni siquiera reconoce, en la misma negación sistemática que llevó a la creación de los Independientes de Color. La situación recuerda incluso la de la solución autonómica, que habría podido evitar la larga implosión republicana; reponiendo el estado de cosas de 1959, cuando existían las sociedades negras tradicionales, que eliminó la revolución.

Esta permanencia de la Sociedad Aponte, permitiría su posterior atomización en grupos de reflexión especializados; cuya existencia dependería entonces —luego de la precariedad actual— de su propia eficiencia política, no de una necesidad del estado. Los negros ya tenemos así nuestro propio organismo de fuerza, con el que mediar en el futuro desarrollo del país; no esperando una voluntad de integración que no le es propia, pero forzándola desde nuestra propia necesidad. Se trataría de hecho de una conciliación transhistórica, del Asociacionismo original de Juan Gualberto Gómez; que contradicho por el anti segregacionismo de Morúa, todavía muestra su instrumentalidad capital en el desarrollo de la negritud.


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