Nicolás Guillén
Hijo de Bárbara Allión y Lorenzo D’ou
Calderón, Lino D'ou Allión nació En Santiago de Cuba, en el año 1871; cursó
estudios en el colegio dirigido por el maestro Juan Portuondo, famoso por sus
virtudes cívicas. Al calor de las nobles prédicas de sus maestros, forjó excepcionales
condiciones de carácter; que le permitieron, desde la juventud y hasta el
último minuto de su vida, proyectarse siempre hacia los ideales de igualdad y
justicia.
Desde su época de estudiante de derecho,
estuvo vinculado a la lucha por los derechos raciales de los negros y mulatos; publicó
varios de sus trabajos en el periódico La Igualdad (1892-1895). Fue ayudante de
campo de José Maceo desde 1895, contándose entre sus amigos más allegados; compartió
con José su pasión por la literatura, y sostenía con él discusiones sobre temas
literarios.
Mario A. Martí Brenes |
La trágica caída en combate de José Maceo en
Loma del Gato —su jefe y amigo entrañable— dejó turbado el espíritu del Coronel
Limo D´ou; quien terminó la guerra bajo las órdenes del General Demetrio
Castillo Duany, siendo jefe de Estado Mayor. Fue uno de los que participó en el
primer entierro de José Maceo, al lado de Porfirio Valiente del Monte, Tomás
Padró Griñán y Lorenzo González.
Lino Dou fue un escritor ameno, de estilo
peculiar y enjundioso, en periódicos y revistas de la capital y provincia;
manteniendo inalterables sus convicciones, rompiendo lanzas en defensa de Cuba
y de sus hermanos de raza. Fue redactor de Minerva, dedicada a la mujer
de negra, que reflejaba los problemas de la mujer discriminada; fue también colaborador
de la revista Labor Nueva, que trataba los problemas de los negros desde
el punto de vista de estos, y de los que luchaban contra la discriminación
racial; el mensuario Adelante, que divulgó las creaciones literarias y
artísticas de los negros, aunque no limitó a esto su radio de acción.
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Días antes de morir le dice a su amigo
Enrique Loynaz en tono solemne: “yo sé que me queda poco tiempo; los míos
sabrán defenderse; pero me voy con una gran pena, pensando en Cuba...”. Aún en
su lecho de muerte Lino se sentía inquieto por el provenir de la patria a la
que había entregado su juventud, hasta que la enfermedad que minó sus fuerzas,
en el año 1939 lo llevó a la muerte.
Su sepelio fue exponente del aprecio que
había merecido entre todas las clases sociales de la nación; centenares de
personas acompañaron sus restos mortales. Como hombre de la guerra emancipadora
le fueron rendidos todos los honores militares, y cuando el toque de silencio,
rendía el último tributo, a quien tantos mereciera, la palabra elocuente y
autorizada del general Enrique Loynaz del Castillo, como compañero en la
contienda gloriosa y el en nombre de sus familiares agobiados por la pena,
dijo, exaltándolos merecidamente, los méritos y virtudes indiscutibles del compañero,
amigo y hermano.
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