Sunday, August 13, 2023

Lino D’ou Allión, otro olvidado

Por Mario A. Martí Brenes

 “Nos parece que era hora ya de que el pueblo cubano tuviera a su alcance la obra de quien tanto merece ser conocido y respetado, así sea por todo cuanto él hizo conocer y respetar”

Nicolás Guillén

Hijo de Bárbara Allión y Lorenzo D’ou Calderón, Lino D'ou Allión nació En Santiago de Cuba, en el año 1871; cursó estudios en el colegio dirigido por el maestro Juan Portuondo, famoso por sus virtudes cívicas. Al calor de las nobles prédicas de sus maestros, forjó excepcionales condiciones de carácter; que le permitieron, desde la juventud y hasta el último minuto de su vida, proyectarse siempre hacia los ideales de igualdad y justicia.

Desde su época de estudiante de derecho, estuvo vinculado a la lucha por los derechos raciales de los negros y mulatos; publicó varios de sus trabajos en el periódico La Igualdad (1892-1895). Fue ayudante de campo de José Maceo desde 1895, contándose entre sus amigos más allegados; compartió con José su pasión por la literatura, y sostenía con él discusiones sobre temas literarios.

Mario A. Martí Brenes
Tal relación llevó a Lino a expresar de José: “Por su valor inmensurable, por su ingenuidad, por su ternura, por su piedad fuera del combate, José Maceo fue un hombre que sembró afectos”.

La trágica caída en combate de José Maceo en Loma del Gato —su jefe y amigo entrañable— dejó turbado el espíritu del Coronel Limo D´ou; quien terminó la guerra bajo las órdenes del General Demetrio Castillo Duany, siendo jefe de Estado Mayor. Fue uno de los que participó en el primer entierro de José Maceo, al lado de Porfirio Valiente del Monte, Tomás Padró Griñán y Lorenzo González.

Lino Dou fue un escritor ameno, de estilo peculiar y enjundioso, en periódicos y revistas de la capital y provincia; manteniendo inalterables sus convicciones, rompiendo lanzas en defensa de Cuba y de sus hermanos de raza. Fue redactor de Minerva, dedicada a la mujer de negra, que reflejaba los problemas de la mujer discriminada; fue también colaborador de la revista Labor Nueva, que trataba los problemas de los negros desde el punto de vista de estos, y de los que luchaban contra la discriminación racial; el mensuario Adelante, que divulgó las creaciones literarias y artísticas de los negros, aunque no limitó a esto su radio de acción.

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Colaborador de la sección Ideales de una raza, con la que el Diario de la Marina atrajo al público de ascendencia africana; y director del periódico El Mundo, con cuya sección La Marcha de una raza colaboró Nicolás Guillén. Fue miembro destacado de la Asociación de Escritores y Artistas Americanos, participó de todos los actos culturales.

Días antes de morir le dice a su amigo Enrique Loynaz en tono solemne: “yo sé que me queda poco tiempo; los míos sabrán defenderse; pero me voy con una gran pena, pensando en Cuba...”. Aún en su lecho de muerte Lino se sentía inquieto por el provenir de la patria a la que había entregado su juventud, hasta que la enfermedad que minó sus fuerzas, en el año 1939 lo llevó a la muerte.

Su sepelio fue exponente del aprecio que había merecido entre todas las clases sociales de la nación; centenares de personas acompañaron sus restos mortales. Como hombre de la guerra emancipadora le fueron rendidos todos los honores militares, y cuando el toque de silencio, rendía el último tributo, a quien tantos mereciera, la palabra elocuente y autorizada del general Enrique Loynaz del Castillo, como compañero en la contienda gloriosa y el en nombre de sus familiares agobiados por la pena, dijo, exaltándolos merecidamente, los méritos y virtudes indiscutibles del compañero, amigo y hermano.

 

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