Sunday, June 12, 2022

La paradoja Carbonell

Walterio Carbonell es una figura prominente en la intelectualidad negra cubana, con algún ascendiente en las élites de poder; como se vería en su muerte, con las condolencias y muestras de respeto de altos dirigentes, con quienes había compartido estudios y luchas. Su propia formación en Francia lo había expuesto al desarrollo de ese movimiento amplio conocido como de la negritud; que englobaba a la diáspora africana en las Américas y el Caribe, alrededor de figuras prominentes como Aimé Cesaire, Frantz Fanon, etc.

Era una época de lucha revolucionarias, con su efecto revivalista en la restructuración de las relaciones políticas de Occidente; un ambiente ampliamente conocido por Carbonell, inmerso en las contradicciones políticas del momento. El trabajo de Carbonell va a establecer un vínculo directo con las figuras históricas más prominentes entre los negros cubanos; con especial énfasis en el desarrollo de las luchas de independencia, así como en la masa de esclavos que sostenía la producción colonial y su participación en esas luchas.

Carbonell sin embargo abre su análisis de la cultura cubana con el elogio de África, con lo que ya lo hace sesgado; porque para existir en sí misma como fenómeno, esta tiene que estructurarse en unas relaciones de poder, que son obviamente de sus elites. Carbonell se ocupa de reordenar hechos históricos, que responden a sus propias determinaciones (económicas); pero lo va a hacer sesgadamente, acudiendo al ascendiente moral, incluso si contradictoriamente parte de la base supuestamente materialista del Marxismo[1].

Con eso demuestra de paso la falacia del Fidelismo, como modificación del determinismo económico del Marxismo; comunicando al libro ese sentido ideológico y reductivo, en su vínculo con el pasado histórico, en busca de una legitimación actual. El efecto es controversial y paradójico, aunque también lógico en el contexto en que se proyecta; ya que recurre en todas sus referencias a la contradicción política del imperialismo norteamericano, a la que subordina el problema racial.

Con eso Carbonell actualiza la contradicción histórica de Evaristo Estenoz y Martín Morúa Delgado, a favor de Estenoz; que es formado en los ambientes virulentos —no integracionistas— norteamericanos, y con el ascendiente de la revolución haitiana; con eco en las contradicciones producidas por la participación norteamericana en la gesta independentista nacional, ya controversial en sí misma. La paradoja Carbonell consiste en esa referencia última, no ya a su marxismo natural sino a la ideología francesa (humanista) en general; cuya reivindicación de los negros es precisamente una estrategia política, que resulta en la subordinación cultural.

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Contrario al pragmatismo economicista (burgués) de Morúa, la dupla de Carbonell-Estenoz insiste en la segregación; apelando a una justicia revolucionaria, que restaure por la fuerza un orden natural, que es el modelo autoritario tras el elitismo intelectualista del humanismo. El problema es que esa estrategia subordina el problema racial a la contradicción política de Occidente, posponiéndolo para siempre; en tanto Occidente no va a solucionar nunca esa contradicción suya, que es la que lo define como cultura, en la dialéctica de la historia[2].

Eso es lo que podría solucionar la irrupción de la cultura negra, con su historia singular en medio de esas contradicciones de Occidente; pero sólo en tanto no quede subordinada a la misma, perdiendo en ello su propia capacidad de redeterminación política. Es ahí sin embargo donde surge la paradoja Carbonell, mutilando esta facultad estructural del negro en las Américas; con su subordinación a esa contradicción de dicha determinación cultural, a través del discurso ideológico el heroísmo revolucionario.

En se sentido, Carbonell hace en realidad lo que se le achaca a Morúa Delgado, al lograr esta subordinación política; que se va a revertir en una ideología, en la cual se funda finalmente la propiedad del liberalismo occidental sobre el problema racial. Esto es de algún modo inevitable, explicándose en la variación del problema negro desde los conflictos del colonialismo; que frustra incluso el fenómeno de fuera la Negritud, como el del renacimiento de Harlem, precisamente en esa naturaleza helicoidal que hace paradójico el desarrollo dialéctico.

No se trata entonces de un baldón moral sobre la figura de Carbonell, esplendente en su proyección intelectual; sino de una comprensión de sus alcances y limitaciones, para una mejor adecuación de los nuevos desarrollos. En definitiva, la tradición no crece sobre los cultos, que en verdad la corrompe con sus sombrías legitimaciones; sino en la tensión crítica con que se ajusta el esfuerzo de los fundadores, nunca errados en tanto justamente fundacional.


[1] . La base epistemológica del Materialismo dialéctico —y con ello su propia naturaleza— es idealista, porque es siempre conceptual y moral; no pragmática y probabilista entonces, sino dogmática, funcionando en ello como un falso realismo, que de hecho se explica como ajuste hermenéutico del mismo Idealismo

[2] . Aunque la dialéctica apunta a un principio de contradicción natural en la historia, lo hace en la lógica racional de su época; que como recto sentido, ignora que este desarrollo helicoidal y no lineal, incluso como evolución histórica. Como resultado, la contradicción violenta sólo introduce traumatismos en la historia como proceso evolutivo; que siendo absorbidos o no por el nivel de tolerancia de a estructura social, sólo ralentizan o quiebran el proceso, sin acelerarlo nunca.


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