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La princesa de estas islas es una alegoría que titula un
capítulo de Darkwaters, el libro de W.E.B. Du Bois; también es un
capítulo en una biografía de la sufragista negra Adella Hunt Logan, escrita por
una nieta suya[1]. El vínculo interesante es que Adella y Du Bois fueron
contemporáneos, que compartieron causa y correspondencia; ambos confluyendo en
el universo de la universidad de Tuskegee, ella como miembro y el otro como
crítico de su presidente, Booker T. Washington.
Esta confluencia ayuda a comprender mejor, con
la mediación de Logan, la relación de Washington y Du Bois; que es compleja,
porque no se trataría de una confrontación directa, sino sobre intereses que
todavía afectan a la humanidad. Más complejo es todo aún, cuando se conoce que
estas islas es como se conocía a la misma universidad; que deviene así en un
mundo completo, capaz de generar sus propias alegorías, creando su leyenda
fundacional con consistencia propia y suficiente; y su efecto, en este sentido,
de algún modo va a reproducir el de las islas del este sobre Norteamérica, con
su cultura Gullah Geechee.
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Eso tiene sentido, si el universo hermenéutico
del existencialismo negro nace en las denominaciones protestantes; que en su
rigorismo recuperaron ese sentido maniqueo de la moral cristiana, relativizado
por el pragmatismo católico, con su corrupción. No obstante, más allá de todo
eso —y paradójicamente— estas islas (de aquí) adquieren otra connotación
propia; esta vez de extremo pragmatismo, en esa fundación no legendaria de la
contradicción política que fuera el universo Tuskegee.
Esta se lo imprimiría la cordialidad de un
saludo de Frederick Douglass a la Logan, como la gente de estas islas[3];
significando entonces no una abstracción conceptual, como la realidad en sí,
sino la realidad concreta y puntual. Se trataría del universo Tuskegee, con
todo y la ambigüedad del imaginario Cherokee, en que se funda o no; porque funcionaría
así como el dasein en que se realiza el Ser (negro), en la tensión con que
relaciona esas contradicciones suyas.
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En Du Bois, el ideal (absoluto) de esta
princesa, es contradicho con el pragmatismo vulgar del príncipe de allá; en
quien no es difícil reconocer al presidente de Tuskegee, en función también
alegórica y en ello reflexiva, igualmente en su puntualidad. Sin embargo, ni
aún el mismo Du Bois consigue reducir esta contradicción a esa tensión directa,
incluso en ese sentido moral; sino que esta se hace pragmática en su propia suficiencia,
al aludir a esa personalidad dramática de la Logan, que era no sólo negra sino
mucho más.
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Se trata de la corrección del vicio reduccionista,
con que Occidente no consigue ilustrar la gracia como posibilidad; que es el
problema de la tradición idealista, distorsionado como el humanismo neocristiano,
desde la apoteosis ilustracionista. El problema va entonces a la raíz de
Occidente, redimible en este Nuevo Pensamiento Negro como realismo
trascendental; justo por el pragmatismo con que consigue conveniar los
problemas de la realidad en su puntualidad, no en las abstracciones de su
elitismo.
[1] .
The princess of the hither isles, Yale University Press/ 2019
[2] .
The people who can fly, chapter one (Ibdem)
[3] . The
hither isles, chapter six (Ibdem)
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