Saturday, July 2, 2022

El enigma de estas islas [de aquí]

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La princesa de estas islas es una alegoría que titula un capítulo de Darkwaters, el libro de W.E.B. Du Bois; también es un capítulo en una biografía de la sufragista negra Adella Hunt Logan, escrita por una nieta suya[1]. El vínculo interesante es que Adella y Du Bois fueron contemporáneos, que compartieron causa y correspondencia; ambos confluyendo en el universo de la universidad de Tuskegee, ella como miembro y el otro como crítico de su presidente, Booker T. Washington.

Esta confluencia ayuda a comprender mejor, con la mediación de Logan, la relación de Washington y Du Bois; que es compleja, porque no se trataría de una confrontación directa, sino sobre intereses que todavía afectan a la humanidad. Más complejo es todo aún, cuando se conoce que estas islas es como se conocía a la misma universidad; que deviene así en un mundo completo, capaz de generar sus propias alegorías, creando su leyenda fundacional con consistencia propia y suficiente; y su efecto, en este sentido, de algún modo va a reproducir el de las islas del este sobre Norteamérica, con su cultura Gullah Geechee.

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En algún momento, y como alegoría dentro de la alegoría, estas islas (de aquí) es como se denomina a la realidad; al menos en el capítulo inicial de esa biografía de Logan, en lo que parece una oscura leyenda Cherokee[2]. Parece fácil establecer este vínculo, de la universidad de Tuskegee con una realidad de valor y consistencia propios; pero en esa leyenda, esta realidad tiene la misma naturaleza perversa que el mal en el maniqueísmo cristiano.

Eso tiene sentido, si el universo hermenéutico del existencialismo negro nace en las denominaciones protestantes; que en su rigorismo recuperaron ese sentido maniqueo de la moral cristiana, relativizado por el pragmatismo católico, con su corrupción. No obstante, más allá de todo eso —y paradójicamente— estas islas (de aquí) adquieren otra connotación propia; esta vez de extremo pragmatismo, en esa fundación no legendaria de la contradicción política que fuera el universo Tuskegee.

Esta se lo imprimiría la cordialidad de un saludo de Frederick Douglass a la Logan, como la gente de estas islas[3]; significando entonces no una abstracción conceptual, como la realidad en sí, sino la realidad concreta y puntual. Se trataría del universo Tuskegee, con todo y la ambigüedad del imaginario Cherokee, en que se funda o no; porque funcionaría así como el dasein en que se realiza el Ser (negro), en la tensión con que relaciona esas contradicciones suyas.

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Si la leyenda original es profundamente maniquea, la alegoría de Du Bois no lo es, con todo y su sentido moral; menos aún lo es la extrema experiencia que reconoce Douglass en Tuskegee, como las personas en que se realiza esta. Por supuesto, con esta perspectiva, la alegoría de Du Bois se referiría a la Logan como la princesa de estas islas; lo que no es importante, porque su función —en tanto alegoría— es reflexiva, no histórica sino ontológica en su puntualidad.

En Du Bois, el ideal (absoluto) de esta princesa, es contradicho con el pragmatismo vulgar del príncipe de allá; en quien no es difícil reconocer al presidente de Tuskegee, en función también alegórica y en ello reflexiva, igualmente en su puntualidad. Sin embargo, ni aún el mismo Du Bois consigue reducir esta contradicción a esa tensión directa, incluso en ese sentido moral; sino que esta se hace pragmática en su propia suficiencia, al aludir a esa personalidad dramática de la Logan, que era no sólo negra sino mucho más.

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Du Bois —pretensioso en su idealismo— puede presentarse a sí mismo como el mendigo de su propia alegoría; que enigmático media entre la princesa como realidad y el príncipe como poder efectivo, que él asume pretensioso. Singularmente sin embargo, ambos están relacionados por ella, que les resta en ello absolutividad con su propio alcance; esta sería la función espectacular del nuevo pensamiento negro, como reorganización del universo hermenéutico de Occidente.

Se trata de la corrección del vicio reduccionista, con que Occidente no consigue ilustrar la gracia como posibilidad; que es el problema de la tradición idealista, distorsionado como el humanismo neocristiano, desde la apoteosis ilustracionista. El problema va entonces a la raíz de Occidente, redimible en este Nuevo Pensamiento Negro como realismo trascendental; justo por el pragmatismo con que consigue conveniar los problemas de la realidad en su puntualidad, no en las abstracciones de su elitismo.



[1] . The princess of the hither isles, Yale University Press/ 2019

[2] . The people who can fly, chapter one (Ibdem)

[3] . The hither isles, chapter six (Ibdem)

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