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Desde el inicio incluso, esta fundación
del país desdeña el recurso del autonomismo como principio político; que habría
sido una base suficiente para la fundación un desarrollo posterior sin
traumatismos, incluido el de la república. Sin embargo, los independentistas
acuden al intervencionismo imperialista norteamericano ante su propia
insuficiencia; pues aunque es cierto que el poderío militar ibérico ya estaba
desgastado, eso sólo se traducía en un estancamiento, no en la victoria
independentista.
Por supuesto, el problema estaba en la
pretensión independentista, de sobreponerse al imperialismo norteamericano;
como una proyección ingenuidad política, sólo comprensible en el poco
pragmatismo del Manifiesto de Montecristi; establecido como un programa
político, pero sin vinculación legal efectiva, ni mucho menos organización
institucional que la garantizara. Aquí resalta la correspondencia de Máximo Gómez
con el general español Ramón Blanco[1], tanto
como la solicitud de Calixto García a los norteamericanos; aprovechada esta
última por Estados Unidos para para esquivar la institucionalización de la
república, con el tema de la licenciatura del ejército rebelde.
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Esto resultaría en una paradójica
confirmación del mito fundacional, aunque negativa y no positivamente; en el
sentido de explicar la revolución de 1959, como el resultado final de esta
lenta implosión política del país. Los cien años de lucha de la generación del centenario,
habrían sido así de la desorganización antropológica del país; sublimada en la
amenaza constante del imperio en la doctrina de Fidel Castro, como arma de ese
imperialismo mismo.
Así, como proceso independentista
regional, Cuba culminaría el desastre antropológico comenzado por Haití; que a
su vez habría sido la introducción en el llamado Nuevo Mundo, del comenzado por
Francia en Occidente. Eso se vería en la influencia de la revolución haitiana,
como modelo de valor antropológico en función ontológica; sobre todo en el caso
cubano, por la prioridad del tema racial, contrastando su expresión en las
culturas francesa, española e inglesa.
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Eso es paradójico, ya que el industrialismo
estaría ocurriendo en el crecimiento capitalista inglés, no en Francia; pero no
puede ser exportado a las colonias inglesas como a las francesas, por a la
configuración política de sus procesos coloniales. Esto sería lo que prepare la
colisión del autoritarismo feudal con el económico, en el abuso de la masa
esclava en Francia; mientras el industrialismo inglés organiza la nueva
estructura política, en sus complejas funciones legales y su nueva tradición
institucional.
Entre estas dos, España impone el
mestizaje sincrético, como expresión de la cultura en ese Nuevo Mundo; cuya
sintetización final sólo puede ocurrir con el desplome de toda la estructura, reorganizada
luego desde su emergencia. Esta emergencia sería del negro específicamente
cubano, o latinoamericano en general, dado su distanciamiento desde el comienzo
de los conflictos; que le permitiría una mayor objetividad en su organización,
sobre la base de la experiencia crítica de todos los procesos anteriores; también
a través de una crisis, en que termine de implosionar el fenómeno de esa
distorsión de la modernidad.
[1] . Se trata de la carta en que Máximo
Gómez rechaza la propuesta de paz del general español Ramón Blanco, a la sazón
responsable máximo de las fuerzas españolas en Cuba.
[2] . Aquí debe diferenciarse la naturaleza industrial
de la economía moderna de su distorsión política, tanto en el capitalismo como
en el socialismo; que serían en realidad redeterminaciones funcionales (políticas)
de esta naturaleza misma, que así resultan en su distorsión. Esto se vería
precisamente en el desarrollo de las primeras teorías socialistas, distorsionadas
por el materialismo histórico como utópicas; en tanto se trataban de una
crítica más o menos sistemática, sobre los peligros de distorsión de la
economía moderna (industrial) por los intereses capitalistas.
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