Monday, September 4, 2023

Morúa y los Independientes bailan el danzón III, tornillo o la complejidad del contexto político como hermenéutico

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Una de las dificultades con el mito de la nación cubana es su inconsistencia, dándose en contradicción con Estados Unidos; que es lógico desde la previsión de Martí sobre el imperialismo de este, pero sin establecer objeto propio a desarrollar. Esto hace que la república cubana sólo pueda existir en relación con el imperio norteamericano, como un fatalismo político; más fatal que el geográfico, porque no es económico sino antropológico, y por ello con un alcance de determinación ontológica.

Desde el inicio incluso, esta fundación del país desdeña el recurso del autonomismo como principio político; que habría sido una base suficiente para la fundación un desarrollo posterior sin traumatismos, incluido el de la república. Sin embargo, los independentistas acuden al intervencionismo imperialista norteamericano ante su propia insuficiencia; pues aunque es cierto que el poderío militar ibérico ya estaba desgastado, eso sólo se traducía en un estancamiento, no en la victoria independentista.

Por supuesto, el problema estaba en la pretensión independentista, de sobreponerse al imperialismo norteamericano; como una proyección ingenuidad política, sólo comprensible en el poco pragmatismo del Manifiesto de Montecristi; establecido como un programa político, pero sin vinculación legal efectiva, ni mucho menos organización institucional que la garantizara. Aquí resalta la correspondencia de Máximo Gómez con el general español Ramón Blanco[1], tanto como la solicitud de Calixto García a los norteamericanos; aprovechada esta última por Estados Unidos para para esquivar la institucionalización de la república, con el tema de la licenciatura del ejército rebelde.

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La misma historia de los Independientes de Color no escatima en este tipo de acusaciones contra la república; sin tener en cuenta que su alzamiento apelaba a esta amenaza misa de la intervención, como su verdadera arma política. El problema es que esta estrategia es tan importante en su recurrencia, que ya se incorpora como propia de la cultura nacional; cuya función antropológica —como expresión en una cultura política— revertiría como determinación ontológica, en esta dependencia del imperio.

Esto resultaría en una paradójica confirmación del mito fundacional, aunque negativa y no positivamente; en el sentido de explicar la revolución de 1959, como el resultado final de esta lenta implosión política del país. Los cien años de lucha de la generación del centenario, habrían sido así de la desorganización antropológica del país; sublimada en la amenaza constante del imperio en la doctrina de Fidel Castro, como arma de ese imperialismo mismo.

Así, como proceso independentista regional, Cuba culminaría el desastre antropológico comenzado por Haití; que a su vez habría sido la introducción en el llamado Nuevo Mundo, del comenzado por Francia en Occidente. Eso se vería en la influencia de la revolución haitiana, como modelo de valor antropológico en función ontológica; sobre todo en el caso cubano, por la prioridad del tema racial, contrastando su expresión en las culturas francesa, española e inglesa.

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El problema residirá en la distorsión estructural de la cultura, por el desarrollo de sus funciones económicas; que siendo diacrónico respecto a la estructura en sí, deviene en esta distorsión del otro desarrollo de la misma. Como elemento interesante, estaría el hiper desarrollo económico de la colonia, repercutiendo políticamente en la cultura; con el derrumbe inevitable del autoritarismo feudal, no gracias al desarrollo de la industria, sino al empuje de su industrialismo[2].

Eso es paradójico, ya que el industrialismo estaría ocurriendo en el crecimiento capitalista inglés, no en Francia; pero no puede ser exportado a las colonias inglesas como a las francesas, por a la configuración política de sus procesos coloniales. Esto sería lo que prepare la colisión del autoritarismo feudal con el económico, en el abuso de la masa esclava en Francia; mientras el industrialismo inglés organiza la nueva estructura política, en sus complejas funciones legales y su nueva tradición institucional.

Entre estas dos, España impone el mestizaje sincrético, como expresión de la cultura en ese Nuevo Mundo; cuya sintetización final sólo puede ocurrir con el desplome de toda la estructura, reorganizada luego desde su emergencia. Esta emergencia sería del negro específicamente cubano, o latinoamericano en general, dado su distanciamiento desde el comienzo de los conflictos; que le permitiría una mayor objetividad en su organización, sobre la base de la experiencia crítica de todos los procesos anteriores; también a través de una crisis, en que termine de implosionar el fenómeno de esa distorsión de la modernidad.



[1] . Se trata de la carta en que Máximo Gómez rechaza la propuesta de paz del general español Ramón Blanco, a la sazón responsable máximo de las fuerzas españolas en Cuba.

[2] . Aquí debe diferenciarse la naturaleza industrial de la economía moderna de su distorsión política, tanto en el capitalismo como en el socialismo; que serían en realidad redeterminaciones funcionales (políticas) de esta naturaleza misma, que así resultan en su distorsión. Esto se vería precisamente en el desarrollo de las primeras teorías socialistas, distorsionadas por el materialismo histórico como utópicas; en tanto se trataban de una crítica más o menos sistemática, sobre los peligros de distorsión de la economía moderna (industrial) por los intereses capitalistas.

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