Wednesday, January 4, 2023

La lucha por la nación Gullah Geechee

I – La corona de la reina Quet

El imperio Gullah Geechee de la reina Quet puede parecer patético, pero tiene más sentido del que muestra; incluso reflejando el esfuerzos del liberalismo tradicional, tratando de subordinarse la marginalidad de los negros. Más allá de este patetismo, funcionaría como un contra ataque efectivo al radicalismo que reclama el territorio; un forcejeo comenzado con el mismo siglo XX, con las aspiraciones estratégicas de ese mismo liberalismo en su proyección política.

Por supuesto, primero habría que diferenciar estas tendencias del liberalismo y el radicalismo occidental; reducidas a sus principios funcionales, por la evolución dialéctica de ese liberalismo en una función conservadora. En realidad, ambas corrientes serían desarrollos distintos de la misma tendencia del humanismo liberal moderno; una a través del capitalismo burgués, la otra de su radicalización en las luchas atribuidas al proletariado en su reivindicación.

Sería esta la que, monopolizando la arena internacional, fije una estrategia de penetración en los Estados Unidos; que aprovechando el conflicto racial ahí, le permitiera segregar un estado incorporable a su propia área de influencia. Esta es la época de esa expansión supra nacional, desde el socialismo soviético hacia el báltico y Europa central; siempre en contradicción directa y aparente, con el imperio —también aparente— capitalista de los Estados Unidos.

Toda esa apariencia, en tanto retórica, se refiere a la fuerza real que impulsa al imperialismo norteamericano; desde el financiamiento de su independencia por Francia, al establecimiento de su reserva federal por la banca europea. Estas habrían financiado también el viaje de Lenin, con la caída del imperio ruso y sus planes de industrialización independiente; saboteando, siquiera indirectamente, su temprano republicanismo, con el golpe de estado bolchevique. Mientras tanto, el liberalismo tradicional se proyectaría sobre la misma área, con su propio carácter burgués; que sin la radicalización de la luchas por el proletariado, propiciara el mismo modelo de proletarización de la sociedad.

De ahí la estrategia post emancipadora, que fija en Georgia el centro de universidades negras dirigidas al Humanismo moderno; en contradicción directa con el apaciguamiento —e integración evolutiva en ello— del industrialismo de la Universidad de Tuskegee. El movimiento tiene sentido, tratando de corregir la perversión del sindicalismo con la contradicción racial; pero babeando tras todos la misma pretensión del capitalismo corporativo, en la reorganización de la sociedad; enfrentando a ambas tendencias políticas, en la falsa contradicción de sus respectivos modelos económicos.

Esa es la guerra sorda que se libra en la nación Gullah Geechee, esgrimiendo las armas retóricas del antirracismo; que violentas en un caso —por la legitimación revolucionaria— y retórica en el otro, entona las alabanzas de la Nueva África. Así, ese esfuerzo identitario de la reina Quet sería en verdad por retener la costa este norteamericana bajo jurisdición liberal; amenazada de continuo por la violencia revolucionaria del falso proletariado, en la misma manipulación política de los negros.

Doble enfrentamiento, que trata de mantener el equilibrio en que se ordena toda realidad como potencia; precario en tanto equilibrio, susceptible en esa precariedad de corromperse en los vicios de su proyección política. Es eso de hecho lo que explica el aire trágico —no el patetismo de Quet— de Du Bois, oponiéndose a todos los líderes negros; aferrado a ese trascendentalismo liberal de Occidente, como esa intuición que puede perderse en los entresijos de la contradicción política.

Du Bois, no hay que olvidarlo, atraviesa con todas sus contradicciones el vendaval de la época más vertiginosa; distinto, como el romanticismo salvaje alemán del bucólico inglés, a esa calma que amanera políticamente a Quet. Ni el venerable Frederick Douglas ni el integracionista de Tuskegee, nadie puede comprender esa pasión; sólo quizás —y he aquí la paradoja— la misma nostalgia que manipula a Quet, recorriendo las costas de Georgia en nombre ajeno.

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