Arthur Wergs Mitchell, Sr. |
En el caso norteamericano, hay que
partir de su subestructura política como de clase; en el mismo sentido de
especialización profesional que el
cortesano moderno, en el que se corrompe el aristócrata tradicional. Así, la
clase política provee funcionarios públicos, intercambiables entre los dos
partidos complementarios; que surgen a su vez uno del otro, no por oposición
externa sino por fractura interna, como un caso de división celular.
Eso todavía es una relación directa y complementaria, que sin embargo excluye un alto segmento poblacional; en la clase obrera, de mayoría blanca, y el campesinado pobre que termina por integrarla, al emigrar a la ciudad. Esa clase obrera se alimentará también de la emigración blanca, tan pobre como ese campesinado que emigra a la ciudad; y que en competencia salarial con los negros emancipados, hará un capítulo importante del problema racial.
Ver en Kindle |
Ese es el caso de la integración del
negro, en el desarrollo general del New Deal del presidente Roosevelt; no como
un proceso de carácter popular sino populista, derivado de la hiper
especialización de la clase política. Es aquí donde surge la figura asombrosa
del representante Arthur Wergs Mitchell Sr, como la bisagra que posibilita el
fenómeno; y que es doblemente emblemático, porque se trata a la vez de un caso
de pragmatismo y oportunismo político.
Trabado por la maquinaria tradicional
republicana, Mitchell decide probar fortuna con el partido demócrata; su decisión
no es ideológica, pero su pragmatismo tampoco es egoísta en el individualismo,
sino de clase. El representante Mitchell sobrepone el orgullo racial al
acomodamiento republicano, comprometiendo su lealtad; apostando por el
populismo liberal, que le ofrece dividendos concretos para el desarrollo de la
raza en general.
Ver en Kindle |
El respaldo negro a Roosevelt se
había debilitado, por las concesiones que tiene que hacer a la violencia
segregacionista; encabezada por el Partido demócrata como obrero, en la competencia
salarial de los blancos con los negros. El hecho puede ser cuestionable, comprometiendo
directamente la lealtad tradicional del negro al partido republicano; pero le
concede a este más valor político, condicionando su participación y apoyo a las
ventajas concretas que pueda obtener.
Después de todo, así es como funciona la política, y parámetros morales como el Bien y la lealtad son individuales; y justo por su función referencial no deberían poseer valor moral, para que no solapen el paternalismo político. Una lealtad por principios del negro a un partido cualquiera —no sólo al demócrata— sería patrocinadora, también por principio; porque no apelaría a la madurez política del individuo sino a su insuficiencia, como el defecto que corrige el representante Mitchell.