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Tan intensa es su comprensión de la
realidad, que esquiva la justificación de los héroes, y los presenta en su
humanidad; con lo que arroja luces sobre esos incomprensibles pasajes de todos
estos procesos, deteniéndose en la naturaleza de los mismos. De paso, el autor
expone la personalidad de Toussaint de Loverture, el más controvertido y
complejo de estos héroes; cuya pasión es la historia misma que se desenvuelve
hasta hoy día, que el autor vincula —eficaz en su ingenuidad— a Fidel Castro,
lo que merece otro tratamiento.
Este libro deja claro cómo la revolución
haitiana no fue un producto separado de la francesa, sino su expresión;
resquebrajando las débiles estructuras políticas de la colonia, como el mundo
en formación que era antes que la mera continuidad. No hay que confundirse, la
revolución haitiana y la francesa, difieren en carácter —no en alcance— por su
circunstancia; por eso una es expresión de la otra, pero a la misma vez que su extensión,
si bien discontinua, en esa doble función de todo lo real.
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El libro es especialmente importante para
los cubanos, por lo que significa esa revolución en el horizonte nacional;
desde la ferocidad del Capitán General O’Donnell al levantamiento de los
Independientes de Color, su masacre y consecuencias. Tal es esa importancia,
que ocupa gran parte del ensayo de Martín Morúa Delgado sobre la integración
racial en Cuba[2];
y que puede ser mejor comprendido no sólo por su propia traducción de la
biografía de Loverture[3], sino
también con este otro título.
La revolución haitiana es tan importante
que figura en la dialéctica hegeliana, como la francesa en el marxismo; pero
inexplorada en su dimensión antropológica, sus repercusiones son ontológicas,
en la comprensión de la historia. Hegel comprendió en definitiva la referencia
haitiana —de segunda mano además— desde su propia hermenéutica; que
preestablecida ya desde Kant, adaptó el suceso particular de la revolución
haitiana a su concepto universal, por ello insuficiente.
[1] . A los conocidos clubes de los Jacobinos
(republicanos) y los Feuillants (realistas), se unía el de los Massiac, que
representaba a los colonos de las Indias Occidentales; como los Jacobinos toman
su nombre del antiguo convento de Saint Jacob, los Feuillants lo tomaban del antiguo
monasterio de las Frondas, y los del Massiac lo tomaban del hotel Massiac, en
el que se reunían.
[2] . Primer acercamiento sistemático y
minucioso, de valor incluso antropológico, a la estructura social cubana desde
el punto de vista racial; con énfasis en estas diferencias estructurales, entre
la sociedad haitiana y la cubana, para explicar la improcedencia de un
tratamiento equivalente. El ensayo de Morúa podría de hecho ser un precedente
para mover el eje hermenéutico de la antropología cubana, desde la perspectiva de
la burguesía blanca criolla —Lidia Cabrera, Fernando Ortiz, Alejo Carpentier— a
una más efectiva; que siendo de hecho integracionista, no se detenga en el
negro como un objeto más o menos curioso, sino como sujeto activo en su
singularidad etnológica.
[3] . Se
trata de The Life of Toussaint L'Ouverture, The Negro Patriot of
Hayti: Comprising an Account of the Struggle for Liberty in the Island, and a
Sketch of Its History to the Present Period. Por John R.
Beard. // CF: Edición
electrónica.