Monday, March 6, 2023

Elementos de neo africanía en la cultura Gullah Geechee

Diana Fletcher
Un elemento importante de la negritud norteamericana, por su singularidad,  es su falta de pureza étnica; no ya en el sentido de mestizaje con la raza blanca, menos pronunciado que en Cuba, pero sí con las indígenas. Es esta relación con los indígenas la que opera su integración histórica, en oposición a las colonias británicas; afectando la configuración cultural del cinturón Gullah Geechee, con el retorno gradual desde la migración forzada al medio oeste.

Esto no ocurre directamente, ya que esas comunidades removidas hacia el medio oeste no regresan al sureste; pero sí se mezclan con la masa emigrada al norte con la emancipación, y cuyos descendientes sí regresan al sur. Este regreso al sur es desorganizado, y carece de eventos notables, que le otorgue relevancia un orden histórico; sino que ocurre puntualmente, en el movimiento general de las familias, en busca de desarrollo individual. No obstante, aun así tiene suficiente densidad demográfica, como para esta reconfiguración de sus comunidades; incorporando no solo la conflictividad política de su complejo origen, sino también los elementos culturales indígenas, recogidos en este recorrido.

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Este sería el vínculo de ese cinturón Gullah Geechee con la cultura norteamericana, como su marco general; relativizando esa presión étnica que ejerce sobre esta, en una relación compleja y dinámica con este marco suyo. No hay dudas de presión étnica directa del cinturón Gullah Geechee, caracterizado por su extrema singularidad; pero esta singularidad no es funcionalmente distinta de las de las reservas indígenas, dentro de ese espectro norteamericano.

Ahora, justo por su menor isolación como estructura emergente, esta singularidad sería más activa que las indígenas; permitiendo en este mayor vínculo una presión más efectiva que las puramente indígenas, en sus prácticas concretas. Como margen, esto sería lo que permita una mayor incidencia de la cultura negra en la renovación de Occidente; al infundirle su propia vitalidad, frente a la lenta declinación de las puramente indígenas, perfectamente aisladas en su sistema de reservas.

Con la precariedad de su equilibrio, es también este margen lo que neutraliza la presión política del separatismo; ya que, como se habría visto,  la singularidad (neoafricana) no es absoluta como la de las reservas indígenas. Esta estructura cultural no admite entonces la alternativa política que requiere una emergencia separatista; ya que sus determinaciones son propias de esta estructura norteamericana, que es la que las provee en su relatividad funcional.

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Téngase en cuenta que, esta imposibilidad de una fractura política total, es propia de la singularidad Gullah Geechee; no se refiere al proceso paralelo —y diacrónico— del otro de esa estructura general, en la que decae Occidente. En este caso, el trauma político sólo remarcaría esa singularidad de una cultura neoafricana, haciéndola más conflictiva; pero manteniéndose aún, como el vínculo trascendente que dificulta dicha fractura, por la compleja densidad de su inmanencia

Como principio, esta contradicción redundaría en el debilitamiento de la capacidad política de esta singularidad; subordinándola, siquiera tangencialmente, a la vigilancia neo conservadora del nuevo liberalismo ideológico. Curiosamente sin embargo, también permite la conciliación de las contradicciones internas de esta singularidad; de modo que eventualmente puede madurar en su propia emergencia, revirtiéndose sobre esa estructura general, con su renovación.

Recuérdese que se trata de una tesis, por la que la religión es la que organiza el espectro hermenéutico en la cultura; brindando en sus cosmogonías los referentes (cosmológicos) para la reflexión existencial, en la praxis de esta cultura. La subestructura religiosa no puede ya suplir esta función supra estructural, al perder capacidad de determinación política; un proceso madurado con la Modernidad, pero llevado a su apoteosis como decadencia, con la postmodernidad.

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Aludiendo a la misma precariedad de todo equilibrio, esto sería un proceso que puede ser acelerado o retardado; siempre en función de los eventos concretos en que se realiza, pero que también lo hacen inevitable como proceso. En todo caso, se trata del futuro del país justo por esta singularidad, que no contradice sino condiciona y ajusta su actualidad; para conseguir la madurez que consiga la renovación hermenéutica de Occidente, cuando ya la religión no puede cumplir dicha función.


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