Diana Fletcher |
Esto no ocurre directamente, ya que
esas comunidades removidas hacia el medio oeste no regresan al sureste; pero sí
se mezclan con la masa emigrada al norte con la emancipación, y cuyos
descendientes sí regresan al sur. Este regreso al sur es desorganizado, y carece
de eventos notables, que le otorgue relevancia un orden histórico; sino que ocurre
puntualmente, en el movimiento general de las familias, en busca de desarrollo
individual. No obstante, aun así tiene suficiente densidad demográfica, como
para esta reconfiguración de sus comunidades; incorporando no solo la
conflictividad política de su complejo origen, sino también los elementos
culturales indígenas, recogidos en este recorrido.
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Ahora, justo por su menor isolación
como estructura emergente, esta singularidad sería más activa que las
indígenas; permitiendo en este mayor vínculo una presión más efectiva que las
puramente indígenas, en sus prácticas concretas. Como margen, esto sería lo que
permita una mayor incidencia de la cultura negra en la renovación de Occidente;
al infundirle su propia vitalidad, frente a la lenta declinación de las
puramente indígenas, perfectamente aisladas en su sistema de reservas.
Con la precariedad de su
equilibrio, es también este margen lo que neutraliza la presión política del
separatismo; ya que, como se habría visto, la singularidad (neoafricana) no es absoluta
como la de las reservas indígenas. Esta estructura cultural no admite entonces la
alternativa política que requiere una emergencia separatista; ya que sus determinaciones
son propias de esta estructura norteamericana, que es la que las provee en su
relatividad funcional.
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Como principio, esta contradicción
redundaría en el debilitamiento de la capacidad política de esta singularidad;
subordinándola, siquiera tangencialmente, a la vigilancia neo conservadora del
nuevo liberalismo ideológico. Curiosamente sin embargo, también permite la conciliación
de las contradicciones internas de esta singularidad; de modo que eventualmente
puede madurar en su propia emergencia, revirtiéndose sobre esa estructura
general, con su renovación.
Recuérdese que se trata de una
tesis, por la que la religión es la que organiza el espectro hermenéutico en la
cultura; brindando en sus cosmogonías los referentes (cosmológicos) para la
reflexión existencial, en la praxis de esta cultura. La subestructura religiosa
no puede ya suplir esta función supra estructural, al perder capacidad de
determinación política; un proceso madurado con la Modernidad, pero llevado a
su apoteosis como decadencia, con la postmodernidad.
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