Saturday, November 26, 2022

La música cubana en el renacimiento de Harlem

El elitismo del llamado Renacimiento de  Harlem es controversial en su intelectualismo, pero sólo como principio; en la práctica, y como especialización, esto se revertiría una evolución peculiar del fenómeno de la negritud. Se trataría del vuelco que impone al problema de la identidad como nueva determinación ontológica, en el africanismo; no en la tendencia natural pro capitalista e industrialista —de Tuskegee y Garvey— de occidentalización de lo africano, sino a la inversa.

Lo que esto plantea es la perspectiva para un desarrollo, sobre esa base misma del intelectualismo occidental; que respondiendo a su intuición sobre el trascendentalismo en el arte, se interesa en las culturas primitivas. Es de esta contradicción primera que surgen las otras, como la misma intuición sobre la capacidad reflexiva del arte; capaz en ello de suplir una comprensión sobre las determinaciones trascendentes de la realidad, y en ello de valor existencial.

Igual que la negritud surge del interés en el colonialismo, el problema identitario surgiría entonces del primitivismo; que atribuye un valor propio —no importa si errado o no— a ese arte, permitiéndole existir en sí mismo. Es a partir de ahí que puede desarrollar su propia ontología, en la corrección de la que se le atribuye; y derivando así un valor positivo del negativo anterior, como en la conversión de los números irreales a trascendentales.

Esto se entiende del estudio de Guridy[1] sobre la introducción de la música cubana en Harlem, de la mano de Langston Hughes; que es por supuesto un fenómeno ambiguo, ya que ninguna de las partes habría poseído una clara identidad negra[2]. Al respecto, debe aclararse que —siendo un estadio tan temprano— ninguno podía tener una conciencia positiva de identidad; que es por lo que sus postulados políticos responden a la racionalidad del momento, como crítica y ajuste de occidente en sus propias necesidades.

No obstante, el cambio sutil que suscita el interés artístico en el primitivismo funcionaría en este sentido; primero, en ese establecimiento de lo negro como objeto de interés occidental, del que este derivará otro suyo. Esta dinámica habría sido imposible a nivel popular, por la falta de ascendiente directo sobre este espectro de la cultura; ya que precisamente, esta música habría conservado sus atributos formales (africanos) por su desarrollo excepcional[3]. Habría sido este desarrollo excepcional lo que preservara esos elementos africanos como propios de la música; integrados armónicamente en su tradición musical con peso propio, en vez de sublimarlos como en el caso norteamericano.

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Esta peculiaridad sería la que de peso propio a ese elitismo intelectualista de Harlem, a parte del activismo político; permitiendo la formación de un espectro propiamente negro, que cubra toda la capacidad reflexiva del arte. Esto, por ejemplo, explicaría la relevancia de Du Bois sobre el arte negro, aun reduciéndolo a la función ideológica; si en definitiva, su pragmatismo subyacente le permite apostar por la mera presencia como funcional en sí misma.

Esto sería lo que, relativizando el alcance de su postulado, permita su ajuste crítico dentro del mismo espectro; en figuras como la de Wallace Thurman, que en vez de negarlo sólo lo ajustaría en ese postulado sobre la función del arte. Es en esta absoluta contradicción, que como un caos puede establecerse la nueva determinación de lo negro; que es entonces el llamado Nuevo Negro de Alain Locke, aún si como base para el desarrollo desde esa primera madurez.  



[1] . Frank Andrés Guridy, Forging Diaspora, The University of North Carolina Press ed. (2010), cap III: Blues and Son from Harlem to Havana.

[2] . De hecho, Guridy resalta las crítica del convencionalismo negro al carácter populista de la poesía de Guillén; que se refiere además a su poesía específicamente negrista, que es una convención de la vanguardia tradicionalmente blanca.

[3] . Se refiere al carácter inclusivismo político del colonialismo hispánico, que incluso si también racista contrastaba con el segregacionista del  inglés.

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