Wednesday, July 13, 2022

El conflicto de Martín Morúa Delgado en contexto (1ra parte)

Respecto a Martín Morúa Delgado, es erróneo reducirlo a la contradicción con el Partido Independiente de Color; e igual de grave es reducir esta contradicción a las personalidades que envuelve, dejando fuera el contexto en que ocurre. Al fundarse el PIC, Cuba participaba del desarrollo de las relaciones interraciales en el área, que incluía el Caribe y los Estados Unidos; también por su importancia económica y emergencia política, puede decirse que era su capital fuera de los Estados Unidos, con su propia dinámica. 

De hecho, Cuba se resolvía bajo la influencia de Estados Unidos, que vivía su mayor crisis desde la Independencia; con el proceso de la emancipación, agravado por la naturaleza menos virulenta de estas relaciones en Cuba. Eso no era gratuito, formadas en el modelo hispánico, sus culturas emergentes eran integracionistas, no segregacionistas; lo que no excluye la formación de focos virulentos dentro del sistema, pero más bien puntuales antes que sistemáticos, incluso si tolerados.

También se trataba de relaciones funcionales en tanto políticas, típicas del modelo feudal, de servicio y vasallaje; pero como un sistema de clases integradas en esta funcionalidad, dando forma al cuerpo político del imperio. Mientras, en contraste, las relaciones dentro del creciente industrialismo anglo norteamericano eran más móviles; pero por su índole segregacionista, dependiendo directamente del poder económico antes que de alguna función política directa.

En este sentido, es también erróneo comprender las relaciones capitalistas, como basadas exclusiva en el capital; no en el sentido de ese capital como el acceso a bienes y servicios concretos, distintos del capital como concepto abstracto; que es lo que lo explica no sólo en su función política, sino también en los sucesivos traumas y contradicciones con que esto ocurre. De ese modo, las relaciones capitalistas —aún emergentes— cumplen una función discriminadora, no integracionista; reorganizando la estructura social, que aún no se habrían establecido en una tradición con cuerpo y referencias propios, como el feudalismo español.

Todavía, los elementos que dan forma al conflicto en una y otra cultura son distintos y contradictorios entre sí; con chinos y blancos pobres mediando entre negros y blancos ricos —que hacen el conflicto de clases antes que racial— en Cuba; e irlandeses como blancos pobres, mediando entre negros y el resto de la sociedad en los Estados Unidos. En el primer caso, la mezcla produce una convivencia interracial en los estratos más pobres de la restructura, propiciando el mestizaje; en el segundo abre la puerta de la migración social para los irlandeses, con su integración paulatina dada la identidad racial, mientras la cierra sobre los negros. En ambos casos, la naturaleza racial o de clases del conflicto es relativa y no absoluta, como una prioridad formal; de modo que el conflicto de clases se hace racial en Cuba, mientras el racial se hace de clases en Estados Unidos; pero sin que ninguno de estos pierda su identidad excepcional, determinada por la excepcionalidad de su propio desarrollo.

La inteligencia negra carece así de referencias propias, con las que resolver sus conflictos de integración en Cuba; cuya estructura era de suyo —de algún modo— racista, porque toda estructura se organiza en alguna discriminación; aunque careciera de esa virulencia de la norteamericana, de la que se distingue sólo en los alcances, no en los principios. Por eso, esta inteligencia acudiría a las referencias que trae de esa virulencia Norteamérica, que responde a los mismos principios; con el fantasma además del heroísmo clásico de la revolución haitiana detrás, que perpetúa en la dialéctica —como contradicción lineal— el problema político.

Sería contra esto que habría actuado Morúa, apelando a la extrema sutileza política del estadista en su circunstancia; que puede comprender no sólo la peculiaridad de las condiciones nacionales, sino que trata de aprovecharlas. Su deficiencia habría estado en no tener en cuenta esas otras referencias, en medio de su propio espectro nacionalista; desechadas como extranjerizantes, como si Cuba no formara parte de esa reestructuración constante que la sobrepasaba; y que incluía desde la emergencia de las nuevas formas de producción, hasta las contradicciones que estas producían en su restructuración de la sociedad; y hasta el flujo constante de la integración del área en una cultura transnacional, que expandía los conflictos norteamericanos. 

Segunda parte: El garveyismo como influencia especial en el contexto de Morúa Delgado

Saturday, July 2, 2022

El enigma de estas islas [de aquí]

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La princesa de estas islas es una alegoría que titula un capítulo de Darkwaters, el libro de W.E.B. Du Bois; también es un capítulo en una biografía de la sufragista negra Adella Hunt Logan, escrita por una nieta suya[1]. El vínculo interesante es que Adella y Du Bois fueron contemporáneos, que compartieron causa y correspondencia; ambos confluyendo en el universo de la universidad de Tuskegee, ella como miembro y el otro como crítico de su presidente, Booker T. Washington.

Esta confluencia ayuda a comprender mejor, con la mediación de Logan, la relación de Washington y Du Bois; que es compleja, porque no se trataría de una confrontación directa, sino sobre intereses que todavía afectan a la humanidad. Más complejo es todo aún, cuando se conoce que estas islas es como se conocía a la misma universidad; que deviene así en un mundo completo, capaz de generar sus propias alegorías, creando su leyenda fundacional con consistencia propia y suficiente; y su efecto, en este sentido, de algún modo va a reproducir el de las islas del este sobre Norteamérica, con su cultura Gullah Geechee.

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En algún momento, y como alegoría dentro de la alegoría, estas islas (de aquí) es como se denomina a la realidad; al menos en el capítulo inicial de esa biografía de Logan, en lo que parece una oscura leyenda Cherokee[2]. Parece fácil establecer este vínculo, de la universidad de Tuskegee con una realidad de valor y consistencia propios; pero en esa leyenda, esta realidad tiene la misma naturaleza perversa que el mal en el maniqueísmo cristiano.

Eso tiene sentido, si el universo hermenéutico del existencialismo negro nace en las denominaciones protestantes; que en su rigorismo recuperaron ese sentido maniqueo de la moral cristiana, relativizado por el pragmatismo católico, con su corrupción. No obstante, más allá de todo eso —y paradójicamente— estas islas (de aquí) adquieren otra connotación propia; esta vez de extremo pragmatismo, en esa fundación no legendaria de la contradicción política que fuera el universo Tuskegee.

Esta se lo imprimiría la cordialidad de un saludo de Frederick Douglass a la Logan, como la gente de estas islas[3]; significando entonces no una abstracción conceptual, como la realidad en sí, sino la realidad concreta y puntual. Se trataría del universo Tuskegee, con todo y la ambigüedad del imaginario Cherokee, en que se funda o no; porque funcionaría así como el dasein en que se realiza el Ser (negro), en la tensión con que relaciona esas contradicciones suyas.

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Si la leyenda original es profundamente maniquea, la alegoría de Du Bois no lo es, con todo y su sentido moral; menos aún lo es la extrema experiencia que reconoce Douglass en Tuskegee, como las personas en que se realiza esta. Por supuesto, con esta perspectiva, la alegoría de Du Bois se referiría a la Logan como la princesa de estas islas; lo que no es importante, porque su función —en tanto alegoría— es reflexiva, no histórica sino ontológica en su puntualidad.

En Du Bois, el ideal (absoluto) de esta princesa, es contradicho con el pragmatismo vulgar del príncipe de allá; en quien no es difícil reconocer al presidente de Tuskegee, en función también alegórica y en ello reflexiva, igualmente en su puntualidad. Sin embargo, ni aún el mismo Du Bois consigue reducir esta contradicción a esa tensión directa, incluso en ese sentido moral; sino que esta se hace pragmática en su propia suficiencia, al aludir a esa personalidad dramática de la Logan, que era no sólo negra sino mucho más.

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Du Bois —pretensioso en su idealismo— puede presentarse a sí mismo como el mendigo de su propia alegoría; que enigmático media entre la princesa como realidad y el príncipe como poder efectivo, que él asume pretensioso. Singularmente sin embargo, ambos están relacionados por ella, que les resta en ello absolutividad con su propio alcance; esta sería la función espectacular del nuevo pensamiento negro, como reorganización del universo hermenéutico de Occidente.

Se trata de la corrección del vicio reduccionista, con que Occidente no consigue ilustrar la gracia como posibilidad; que es el problema de la tradición idealista, distorsionado como el humanismo neocristiano, desde la apoteosis ilustracionista. El problema va entonces a la raíz de Occidente, redimible en este Nuevo Pensamiento Negro como realismo trascendental; justo por el pragmatismo con que consigue conveniar los problemas de la realidad en su puntualidad, no en las abstracciones de su elitismo.



[1] . The princess of the hither isles, Yale University Press/ 2019

[2] . The people who can fly, chapter one (Ibdem)

[3] . The hither isles, chapter six (Ibdem)