Respecto a Martín Morúa Delgado, es erróneo reducirlo a la contradicción con el Partido Independiente de Color; e igual de grave es reducir esta contradicción a las personalidades que envuelve, dejando fuera el contexto en que ocurre. Al fundarse el PIC, Cuba participaba del desarrollo de las relaciones interraciales en el área, que incluía el Caribe y los Estados Unidos; también por su importancia económica y emergencia política, puede decirse que era su capital fuera de los Estados Unidos, con su propia dinámica.
De hecho, Cuba se resolvía bajo la influencia de Estados Unidos, que vivía su mayor crisis desde la Independencia; con el proceso de la emancipación, agravado por la naturaleza menos virulenta de estas relaciones en Cuba. Eso no era gratuito, formadas en el modelo hispánico, sus culturas emergentes eran integracionistas, no segregacionistas; lo que no excluye la formación de focos virulentos dentro del sistema, pero más bien puntuales antes que sistemáticos, incluso si tolerados.
También se trataba de relaciones funcionales en tanto políticas, típicas del modelo feudal, de servicio y vasallaje; pero como un sistema de clases integradas en esta funcionalidad, dando forma al cuerpo político del imperio. Mientras, en contraste, las relaciones dentro del creciente industrialismo anglo norteamericano eran más móviles; pero por su índole segregacionista, dependiendo directamente del poder económico antes que de alguna función política directa.
En este sentido, es también erróneo comprender las relaciones capitalistas, como basadas exclusiva en el capital; no en el sentido de ese capital como el acceso a bienes y servicios concretos, distintos del capital como concepto abstracto; que es lo que lo explica no sólo en su función política, sino también en los sucesivos traumas y contradicciones con que esto ocurre. De ese modo, las relaciones capitalistas —aún emergentes— cumplen una función discriminadora, no integracionista; reorganizando la estructura social, que aún no se habrían establecido en una tradición con cuerpo y referencias propios, como el feudalismo español.
Todavía, los elementos que dan forma al conflicto en una y otra cultura son distintos y contradictorios entre sí; con chinos y blancos pobres mediando entre negros y blancos ricos —que hacen el conflicto de clases antes que racial— en Cuba; e irlandeses como blancos pobres, mediando entre negros y el resto de la sociedad en los Estados Unidos. En el primer caso, la mezcla produce una convivencia interracial en los estratos más pobres de la restructura, propiciando el mestizaje; en el segundo abre la puerta de la migración social para los irlandeses, con su integración paulatina dada la identidad racial, mientras la cierra sobre los negros. En ambos casos, la naturaleza racial o de clases del conflicto es relativa y no absoluta, como una prioridad formal; de modo que el conflicto de clases se hace racial en Cuba, mientras el racial se hace de clases en Estados Unidos; pero sin que ninguno de estos pierda su identidad excepcional, determinada por la excepcionalidad de su propio desarrollo.
La inteligencia negra carece así de referencias propias, con las que resolver sus conflictos de integración en Cuba; cuya estructura era de suyo —de algún modo— racista, porque toda estructura se organiza en alguna discriminación; aunque careciera de esa virulencia de la norteamericana, de la que se distingue sólo en los alcances, no en los principios. Por eso, esta inteligencia acudiría a las referencias que trae de esa virulencia Norteamérica, que responde a los mismos principios; con el fantasma además del heroísmo clásico de la revolución haitiana detrás, que perpetúa en la dialéctica —como contradicción lineal— el problema político.
Sería contra esto que habría actuado Morúa, apelando a la extrema sutileza política del estadista en su circunstancia; que puede comprender no sólo la peculiaridad de las condiciones nacionales, sino que trata de aprovecharlas. Su deficiencia habría estado en no tener en cuenta esas otras referencias, en medio de su propio espectro nacionalista; desechadas como extranjerizantes, como si Cuba no formara parte de esa reestructuración constante que la sobrepasaba; y que incluía desde la emergencia de las nuevas formas de producción, hasta las contradicciones que estas producían en su restructuración de la sociedad; y hasta el flujo constante de la integración del área en una cultura transnacional, que expandía los conflictos norteamericanos.
Segunda parte: El garveyismo como influencia especial en el contexto de Morúa Delgado