Tan
paradójico desarrollo se debe a su paradójica circunstancia, participando de
ambas naturalezas; de la negra, que le impide la extrema sublimación de Martí
con la realidad de su origen, en la esclavitud pero libre; y de esa misma sublimación
martiana, tanto por formación como por su exposición al republicanismo francés.
Gómez y Martí comparten la sublimación trascendental, pero Gómez la modera como
no lo hace Martí; porque sus propias referencias son existenciales y no
intelectuales como en el otro, que se acompaña de arquetipos en vez de
realidades.
A Martí lo acompañan los ángeles que lo apadrinan, en la amistad y el mentorado de Mendive y Valdés Domínguez; pero ambos le aportan esa sublimación, sobreponiéndolo a su propia realidad, haciéndolo puramente idealista. Contrariamente, la formación de Gómez es costosa, desde los padres esclavos que le compran la libertad; y no sólo la compran, sino que se mantienen en una vigilancia activa, que no le permite cortar el vínculo.
De todo
eso, puede ser la negritud el elemento más interesante de Gómez, dándole ese
carácter existencial; por el que puede proyectarse en el mismo
trascendentalismo del otro, pero moderarlo en una mayor eficacia política. De
ahí que el pragmatismo de Gómez, siendo menor que el de Morúa sea más eficaz
también, por esa flexibilidad; que no le permitirá tampoco el absurdo martiano de
que el cubano sea más que negro o blanco; porque su comprensión no es empática
sino existencial, partiendo de su propia experiencia, no su ideología.
Por eso,
Gómez no encuentra su referente para un pragmatismo político en Morúa Delgado,
que lo rechaza; sino en el controversial acomodo de Booker T. Washington en
Estados Unidos, con quien intercambia correspondencia e intereses. Gómez encarga
su mayor interés —que es su hijo— a Washington, como una vía para el
asociacionismo negro; que se frustrará sólo por la algidez de los contrarios —que
son Morúa y los Independientes— en Cuba, ignorando su flexibilidad.
Eso es
lo que hace Gómez, corrigiendo incluso el defecto de Morúa, que es todavía negro
por default; es decir, en el sentido del aporte efectivo de lo negro a la
cultura cubana, sino sólo de justicia política. En este sentido, la justicia
que aportaría Gómez es antropológica, acorde a la naturaleza propia de la sociedad;
no social, como la pretendían los Independientes de color, ni política, como
buscaba el pragmatismo de Morúa; sino exactamente antropológica, corrigiendo la
cosmología cubana como occidental, en la centralidad del negro.